La palabra "renunciar" tiene mala prensa hoy. Nos dice algo negativo: renunciar significa perder algo. Por eso, desconfiamos. En este comienzo de la Cuaresma, en que hablamos muchas veces de renuncia, me parece bueno intentar interpretar mejor esta palabra.
Jesús nos invita: "Si alguien quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo" (Mc 8,34). El budismo pone la renuncia como la tercera noble verdad. El estoicismo (todavía en boga hoy) predica la búsqueda de la felicidad a través de la tranquilidad (ataraxia), que es renuncia de todo lo que nos aparta del Bien supremo. Para eso, necesitamos la virtud que proviene del coraje y de la templanza. Para Albert Camus, ser humano es impedirse alguna cosa, es decir, el novelista francés pone la renuncia en relación con la libertad.
Tenemos que cambiar nuestra visión. No se trata de "renunciar a algo", sino de "renunciar para algo", es decir, en vista de algo mejor. Si se trata sólo de renunciar a algo, llegamos a un ascetismo sin sentido, que puede ser masoquismo. Cuando renunciamos a algo, debemos prepararnos para construir algo mejor, Cuando el Papa Francisco pide a los países ricos renunciar a cobrar las deudas de los países pobres, está hablando (con insistencia) de promover, de proyectar un mundo más justo, dando posibilidad a muchos pueblos de crecer.
Hoy el término "pobreza" es peyorativo. Hablamos de luchar contra la pobreza, pero esta lucha, este discurso de lucha es más bien un intento de justificar nuestro bienestar: los pobres son los demás, los que no trabajan, etc. El evangelio (y Francisco de Asís) alaba la pobreza: bienaventurados los pobres. No hay que confundir pobreza y miseria. La miseria degrada al ser humano. La pobreza es una renuncia. Démonos cuenta que es más difícil seguir siendo pobres que seguir siendo ricos. Seguir pobres significa un esfuerzo constante en la sencillez de vida, en la frugalidad. Esta manera de vivir nos abre a la libertad.
Hoy, la tecnología nos embriaga con todas las invenciones. Pero, ¿nos ayuda a elegir qué hacer, es decir, nos ayuda a ser libres? Además, mucho se habla hoy de sobriedad como estilo de vida. ¡Puede ser producto del "márquetin"! Pero hay tantas adicciones: droga, alcohol, esclavitud de la moda, del celular, del televisor, etc. La sobriedad nos lleva a cuidar la salud, a crecer como personas, a tener relaciones saludables, a mirar el planeta con otros ojos. Es decir, a renunciar sanamente. Ser humano es impedirse. Renunciar a comprar algo de moda, renunciar a usar un aparato durante algunos momentos, todos estos gestos nos pueden ayudar a preguntarnos sobre el sentido de nuestra vida, sobre la libertad. Porque renunciar es abrirse, es decir, ser libres. Nuestra riqueza verdadera como seres humanos es la posibilidad de abrirnos a los posibles que cada momento nos ofrece.
Recordemos: después de pedir la renuncia a sí mismo, Jesús invita: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Mc 8,36).