A escala mundial sigue aumentando el calentamiento global. Eventos climáticos extremos suceden a lo largo y ancho del planeta. Sin acciones en contra, los riesgos para la salud humana y el abastecimiento de agua y alimentos siguen aumentando, amenazando nuestra capacidad para lograr los objetivos de un necesario desarrollo sostenible. Se necesita primero revertir y luego rápidamente reducir las emisiones contaminantes llegando al 2050 sin emisiones dañinas o mejor aún antes de ese año.

La transición a bajar las emisiones contaminantes requiere transformaciones inmensas sin precedentes en nuestra sociedad, pero esto no está sucediendo con la velocidad necesaria que permita alcanzar los objetivos buscados.

En varias partes inversiones en tecnologías renovables como las basadas en energía eólica o solar parecieran haberse detenido a pesar de ser más baratas que sus alternativas usando combustibles fósiles.

Poner sistemáticamente el bienestar de la sociedad en el centro de las decisiones gubernamentales es necesario para incrementar el apoyo político y social, para lograr acciones correctoras más ambiciosas y superar barreras que impiden lograr el cambio buscado. El concepto de bienestar va más allá de lo económico incorporando aspectos como derechos políticos y sociales, educación, seguridad y calidad ambiental. En este caso consideramos que el bienestar debe ser sinónimo de desarrollo sostenible.

Frenar o disminuir el cambio climático tiene el potencial de generar mayores beneficios de bienestar para las actuales generaciones y proporcionar los recursos necesarios para un futuro mejor.

Incorporar un enfoque basado en el bienestar social asegura generar simultáneamente decisiones con varios objetivos positivos, incluyendo la temática del cambio climático. Así se puede al mismo tiempo, lograr una mejor educación ambiental, ampliando las investigaciones científicas que traigan nuevas y mejores técnicas que incluso den mayores fuentes de trabajo en los territorios hoy afectados o amenazados.

José Cabello Lechuga,

Geólogo y presidente del Centro de Estudios de Minerales Estratégicos y Críticos de Chile

Si la sociedad nos ha demostrado que está altamente fragmentada, es decir, cada vez más determinada por el individualismo, la desideologización y la incertidumbre en todos los planos, los resultados conocidos ayer en las nueve comunas de la Región de Antofagasta y el país, no tenían porqué ser distintos.

Salvo casos puntuales, los números muestran una altísima dispersión de votos, desde los candidatos de derecha extrema a sectores cuasi anarquistas, lo que explicita los profundos cambios de nuestra sociedad donde es muy difícil clavar banderas que se sostengan en el tiempo.

Punto aparte es el resultado general: malo para el oficialismo, bastante mejor para la derecha que yendo muy dividida perdió la oportunidad de obtener una mejor representación. No obstante, habrá que ser categóricos en el hecho de que parte de ese respaldo se explica por una crítica frontal al desempeño del gobierno y no necesariamente por una "derechización" del electorado.

Así se explica que Ricardo Díaz y Marcela Hernando lleguen a un balotaje por el cargo de gobernador, con menos del 20%, lo que ya anticipa una durísima pugna por los votos.

Destacables son los triunfos obtenidos por Marcelino Carvajal, en Mejillones, Eliecer Chamorro, en Calama (quienes podrán consolidar sus avances) y Sacha Razmilic, en Antofagasta. Respecto de este último, debe decirse que relevará a una de las peores administraciones de Antofagasta. El alcalde saliente quedará en la historia por nada bueno: una administración improvisada, ignorante, superflua, un error histórico para la capital regional que vio empeorada su calidad de vida en estos últimos cuatro años.

Ya no hay tiempo que perder: las necesidades existentes obligan a un trabajo inmediato, pensando en los reclamos y urgencias de la población regional.

Los habitantes esperan trabajo y calidad de vida.

Como se anticipó, era posible que el balotaje en la elección de gobernador regional se diera entre Marcela Hernando y Ricardo Díaz. Un resultado que indicaría que la región retorna a sus preferencias de izquierda y centroizquierda, pero esta lectura es incompleta si miramos el panorama completo y analizamos factores que trascienden la simple polarización política.

Lo primero a destacar es la notable diferencia entre los votos blancos y nulos que se obtuvieron en la votación regional en comparación con la elección de alcaldes. Podemos inferir que las personas aún no conocen, valoran o validan la figura de un gobernador electo, un cargo que, a pesar de las reformas, parece carecer del respaldo ciudadano esperado. Este indicador muestra que quien ostenta el cargo no ha podido validar su influencia y peso político frente al electorado. Es un reflejo de que, si bien hay una estructura formal de poder, esta no se ha traducido en una relación de confianza entre la autoridad y la ciudadanía.

Esta situación fue ampliamente discutida en las páginas del Mercurio durante las últimas semanas, destacando que era previsible, dado que la elección de gobernadores nunca contó con un interés particular de la gente. Aunque la cantidad de votos blancos y nulos también podrían interpretarse como un voto de protesta de un electorado "obligado", arrastrado a participar en una fiesta democrática en la que no necesariamente se siente representado o entusiasmado. La apatía electoral sigue siendo un factor crucial en la región, lo que evidencia que aún falta mucho por hacer para consolidar la figura del gobernador regional como un líder relevante y legítimo para la ciudadanía.

Sin embargo, el balotaje contará ahora con toda la atención mediática, lo que pudiera marcar una "nueva elección". Si algo de lógica queda en política, debemos decir que es aparentemente más fácil que Marcela Hernando rescate votos en los bolsones de Cantero y Arquero que Ricardo Díaz en los de Moscoso o Debía. Claro, es una lectura muy simple, pero válida si consideramos lo que ha ocurrido durante los últimos años. Incluso si evaluamos el escenario actual, podemos anticipar un camino mucho más difícil para Ricardo Díaz, dado que todas las implicancias del caso Molsave se desarrollarán en noviembre, es decir, en plena campaña por el balotaje.

Si antes Ricardo Díaz podía jugar la carta de independiente, hoy debemos reconocer que ese camino fue cerrado por el mismo Díaz al apoyar decididamente a Pablo Iriarte y sustentar su defensa en tribunales electorales con abogados del ámbito concertacionista. Con esto, el "comodín" del independiente está absolutamente perdido y resulta improbable que Díaz logre convencer a quienes buscan figuras realmente distantes del "establishment".

¿Podría entonces Díaz intentar buscar votos en los desencantados o poco informados que votaron en blanco o nulo? Esta empresa parece particularmente difícil, dado que él mismo representa al sistema que gran parte de estos votantes rechaza.

Se han dado vuelta partidos en el último minuto y todo es posible.