Desde lo ético hasta lo estético
El caso de la exministra Marcela Cubillos es delicado y se ha agudizado por las explicaciones pobres y la agresividad mostrada por la exministra. En concreto, es muy difícil suponer que el salario obtenido por la exministra se deba a su historial académico; todo parece indicar que ello se explica en razones políticas. ¿Es eso cuestionable?
Se ha conocido esta semana que Marcela Cubillos, candidata a alcaldesa por Las Condes ganó por cuatro años un sueldo de $17 millones brutos mensuales. A partir de ello, las interpretaciones son variadas.
Indudablemente se trata de un salario que está fuera de los promedios del mercado, lo que inevitablemente lleva a la pregunta si el currículo de la exconstituyente y exministra puede explicarlo. Existiendo docentes con mejor historial y desarrollo, el asunto evidentemente llama la atención.
Por otro lado, la aludida sostuvo que una empresa privada -en este caso, la Universidad San Sebastián- puede pagar lo que estime conveniente, lo que es otro asunto que también puede ponerse en duda, considerando que buena parte del presupuesto de esa casa de estudios está construido sobre los recursos estatales que actúan como subsidio para beneficio de alumnos, docencia e investigación, entre otros. Vale decir, no se trata de ingresos exclusivamente privados.
Otro asunto que conviene tener presente es que deberá sincerarse el punto de que muchos personeros políticos tienen cabida en ese plantel, así como en otros del país, tanto de derecha como de izquierda. No se trata de una cuestión ajena considerando la afinidades ideológicas.
El asunto se ha complicado más por las respuestas y la agresividad de la señora Cubillos -casada con Andrés Allamand, quien vive en España- pues se enfrascó en críticas y amenazas en contra del Presidente Gabriel Boric, la ministra del Interior Carolina Tohá e incluso la UDI, su propio sector, aunque ella efectivamente es independiente.
No se trata esta de una cuestión -aparentemente- delictiva, pero cuestionable desde lo ético y lo estético, una palada más sobre la corroída confianza pública sobre las personas e instituciones, cuestión que la aludida no parece entender en absoluto.