Al igual como en toda actividad humana encontramos de todo. En el caso de las y los influencers, algunos son sinceros y otros manipuladores, pero tienen algunas características en común. La principal es que apelan a las emociones. Algunos están motivados de buena fe mientras otros tienen agendas ocultas que pueden ser de negocio, de poder o ideológica.
Lamentablemente no estamos preparados para poder distinguirlos, ya que no hemos tenido la oportunidad de desarrollar pensamiento crítico. Nuestro sistema educativo, al igual que en casi todo el mundo, está enfocado en transferir conocimiento y no aborda el desarrollo socioemocional de sus estudiantes.
Muchos influencers construyen su reputación en base a la autenticidad y la transparencia. Comparten sus experiencias personales y dan opiniones honestas, lo que genera confianza y credibilidad. La autenticidad es clave para mantener una buena relación con sus seguidores, pero no siempre somos capaces de detectar cuándo un influencer es sincero y cuándo no lo es.
Y nos cuesta distinguirlo porque opera el sesgo de confirmación, ya que los algoritmos determinan qué contenidos mostrar en cada pantalla. En otras palabras, te ponen en pantalla lo que quieres ver y escuchar, lo que termina reafirmando tus creencias y posiciones.
La manipulación de las redes sociales y el rol que juegan los influencers son preocupantes para la profundización y mantenimiento de los sistemas democráticos. Este año será un super año electoral en que más de 3.700 millones de personas acudirán a las urnas en más de 70 países y en todas ellas las redes sociales jugarán un rol determinante.
Si bien los medios tradicionales, periódicos, radio y televisión aún son influyentes, dejaron de ser hegemónicos. La irrupción de las redes sociales ha revolucionado la forma que la ciudadanía se informa y forma su opinión. Se ha democratizado el acceso a la información, pero las redes sociales también son un riesgo.
Las redes sociales no tienen barreras de entrada y son contados los casos en que una empresa ha suspendido o cancelado el perfil de un influencer o de un político. Las restricciones que imponen van por el lado de censurar sexo explícito, apología de la violencia o ataques y descalificaciones personales. Las llamadas "fake news", en español, mentiras y falsedades son publicadas sin restricciones.
Tenemos el desafío de aprender a distinguir entre la sinceridad y la manipulación. Un buen manipulador pudiera ser una persona con trastorno de la personalidad antisocial, a veces llamado un sociópata, que es una persona que no demuestra discernimiento entre el bien y el mal e ignora los derechos y sentimientos de los demás. No necesitamos señalarlos con el dedo, pero si miramos con un poco de atención y con una actitud crítica, los podemos identificar fácilmente en las redes sociales.
En este escenario la ciudadanía necesita apoyo, y una nueva dimensión de los medios de comunicación que se hace cada vez más importante y relevante son los verificadores de fakenews que nos ayuden a reconocer la sinceridad de la manipulación.
Solidaridad
El diccionario define: apoyo, compañerismo, fraternidad, respaldo, fidelidad, unión, ayuda, entre otras variantes; y sin ninguna duda es un alto valor humano y cristiano. Deseo destacar esta palabra, ya que culminamos el mes de la solidaridad (agosto) y pasamos a otro mes, con otro énfasis y nos olvidamos de los actos solidarios que nos deberían caracterizar como humanidad. En la actualidad priman la competencia y el individualismo, lo que es totalmente contrario a la solidaridad.
En la Biblia hallamos múltiples ejemplos solidarios y mi Señor Jesucristo lo resumió como uno de los 2 grandes mandamientos: Amar al prójimo como se ama uno mismo (San Mateo 22:39) Por toda la Biblia, se exalta la solidaridad, se pide y se demanda. El salmo 133 es un canto a esta unidad demandada por Dios: ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! La reconstrucción de las murallas de Jerusalén durante el gobierno de Nehemías, es un manual magistral sobre acciones solidarias; hizo en 52 días lo que no se había podido hacer en más de 300 años. Cuando el creyente práctica la unidad, la solidaridad brota como algo natural en su corazón, así vemos innumerables obras benéficas que surgen como resultado de esta demanda divina: ayudas sociales, comedores, centros de rehabilitación, apoyos profesionales, etc. Todo como respuesta al mandato divino de amarnos unos a otros (San Juan 13: 34) Sin embargo la solidaridad, también exige que se haga en amor, por amor y sin ningún tipo de interés personal (selfies, aplausos o reconocimiento) Cuando la solidaridad es real, es anónima, llena de amor. Cuando pedimos unidad en torno nuestro o de nuestras ideas, ya no es solidaridad. La solidaridad no permite el egoísmo.
Lamentablemente, los gestos solidarios son escasos. Somos una raza caída en pecado, por eso nos cuesta tanto ser solidarios frecuentemente. Pero allí se dejan ver los hijos e hijas de Dios, cuando asumen la enseñanza del apóstol Pablo: somos hechura suya, creados en Cristo Jesus para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10) La solidaridad es habitual en los creyentes, es natural, y sin vanagloria, ya que solo hacemos lo que Dios quiso que hiciésemos. Cuando mi Señor Jesus menciona que todo gesto solidario es realizado para El, conmueve al pensar que muchas veces ayudamos al Rey de Reyes y Señor de Señores manifestado en un ser sufriente y menospreciado (San Mateo 25: 35-40) Nunca dejará Dios de reconocer nuestra solidaridad con nuestro prójimo. Hagamos de esta palabra nuestro estilo de vida, pensemos en el bienestar de nuestros seres amados, de nuestra ciudad o país y esforcémonos por practicarlo regularmente. Solo encarnando esta palabra, la sociedad podrá ver dónde están los cristianos.