Desafíos del autogobierno regional
Cristian Rodríguez , Director Instituto de Políticas Públicas UCN
Antofagasta, la rica región minera de Chile, se enfrenta a un momento decisivo en su historia política y económica. Con la instauración de los gobiernos regionales, surgió la esperanza de que el centralismo diera paso a una gestión más cercana y sensible a las realidades locales. Estos gobiernos regionales, concebidos como instrumentos para democratizar la administración y fomentar un desarrollo más equitativo y ajustado a las necesidades de cada territorio, prometían ser la clave para una Antofagasta más próspera y justa.
Sin embargo, al inicio de la nueva contienda electoral, resulta preocupante la escasez de propuestas con visión de futuro para la región. Se observa un déficit notable en la formulación de un relato que articule claramente cómo se planea utilizar la autonomía recién adquirida y los recursos que ofrece la minería para diversificar la economía local, superar las deficiencias en infraestructura urbana y acercar los bienes públicos como salud , educación y vivienda a la ciudadanía.
Esta pobreza de propuestas no es casualidad, sino que se deriva de una estructura de incentivos desalineados para los políticos. El dilema es claro: plantear un programa que incluya iniciativas sustantivas exige comprometerse con soluciones complejas y, a menudo, difíciles de explicar, que requieren conocimiento, tiempo y esfuerzo. En cambio, los mensajes simples y mediáticos basados en las debilidades del oponente, aunque superficiales, resultan más atractivos en el corto plazo electoral.
Esta dinámica cortoplacista es especialmente problemática en una región como Antofagasta, donde la abundancia de minerales y la disponibilidad histórica de recursos podrían catalizar transformaciones profundas y duraderas. La falta de propuestas ambiciosas limita el potencial de la región para diversificar su economía y para desarrollar un modelo de crecimiento y desarrollo que beneficie de manera más amplia a todos sus habitantes.
Es esencial que los ciudadanos de Antofagasta y sus líderes políticos reconozcan que la calidad del debate público y la profundidad de las propuestas políticas impactan directamente en la capacidad de la región para aprovechar sus recursos. El desafío es entonces doble: por un lado, los políticos deben elevar el nivel de su discurso, y por otro, los electores deben demandar y valorar propuestas que vayan más allá del ciclo electoral inmediato.
En conclusión, mientras Antofagasta se embarca en este nuevo capítulo de autogobierno regional, es crítico que tanto políticos como ciudadanos se enfoquen en construir un futuro sostenible. Esto significa abogar por un cambio en la cultura política dominante que privilegie proyectos y soluciones de largo alcance, que realmente transformen el vasto potencial de la región en bienestar tangible para sus habitantes.