La historia nos ha demostrado que la irrupción de las mujeres en la vida pública ha ocurrido no sin pocas manifestaciones contra cíclicas demostradas, por ejemplo, en la Revolución Francesa de 1789 donde las mujeres representaron un rol protagónico y la posterior dictación del Código Civil Napoleónico de 1804, el cual heredamos y que imponía en la sociedad la sujeción de las mujeres a los hombres.
En Chile esta demostración se arrastró en la ley de elecciones de 1884 con la prohibición de las mujeres a votar situándolas al mismo nivel que un delincuente y no es hasta 1949 donde sufragan por vez primera en una elección presidencial cuando en Ecuador lo hacían desde 1929.
El voto femenino de esa época fue más que un símbolo a todas luces valorable, puesto que encarnaba en hechos el nivel de desarrollo alcanzado por una minoría de mujeres a partir del derecho a cursar estudios universitarios en 1877. No bastaba con estar mejor educadas, era la hora de seguir corriendo el cerco y para ello se formaron varias organizaciones femeninas e inclusive partidos políticos conformados exclusivamente por mujeres para asumir situaciones vinculadas con la regulación de la maternidad o el mejoramiento en las condiciones del trabajo remunerado.
En la actualidad estas demandas no han desaparecido, sino que han prevalecido junto a otras como el derecho a vivir una libre de violencia propugnada apenas recuperada la democracia en 1989 y que fueron retomadas por el "mayo feminista" de 2018 y el movimiento Mee Too. El respeto a las diversidades sexuales y los derechos sexuales desde una mirada no patriarcal siguen palpitando en una sociedad donde la cuestión mujer, en tanto construcción cultural, adquiere un apoyo transversal.
Pero estos logros no son imperecederos. Los tiempos nos han enseñado como sociedad de los retrocesos civilizatorios acontecidos en otros continentes que, amparados en el temor y la ignorancia, trae como consecuencias la aparición de regímenes en donde los derechos humanos valen igual a cero.
Por eso es tan importante la capacitación continua. Desde nuestra labor, con la Escuela de Líderes Políticas y Sociales intentamos detectar y rescatar valores de mujeres que lideran equipos de trabajo, mediante la impartición de módulos vinculados con la oratoria, el manejo adecuado de situaciones conflictivas por vías pacíficas e inclusive el saber hacer ante emergencias climáticas donde las mujeres volvemos a tomar las riendas de la situación. Las mujeres y el constante liderazgo ante situaciones sociales críticas.
Por eso invito a la comunidad regional a sumarse esta Escuela con inscripciones abiertas en la web del SernamEG, entendida la participación política algo más que la mera consideración de mujeres que militan en un partido político, sino también a quienes trabajan en una junta vecinal, un centro de estudiantes, un sindicato o club deportivo lugares donde despliegan sus vocaciones por hacer de su entorno un mejor lugar para vivir.