Los alevosos asesinatos en Cañete del cabo primero Misael Vidal Cid (30 años, casado, un hijo de tres años), el también cabo Sergio Arévalo Lobo (34 años, casado, una hija de un año) y el sargento primero Carlos Cisterna Navarro (43 años, un hijo de 6 años), pueden y debieran ser un punto de inflexión respecto a la necesidad urgente de recuperar los espacios de convivencia y combatir al crimen organizado con todas las facultades de la Ley.

Los crímenes no sólo enlutaron a un país completo precisamente en el día del 97° aniversario institucional de Carabineros, sino que ponen de manifiesto la situación cada vez más difícil del Estado frente a la violencia y el terrorismo, además de la alarmante indefensión del cuerpo uniformado en términos objetivos, legales y morales.

Con menor o mayor sorpresa, el país está dándose cuenta de que estos grupos tienen un poder de fuego superior a todo lo antes conocido, lo mismo que un nivel de ensañamiento inquietante.

Si son capaces de atentar concertadamente contra tres funcionarios armados, qué pueden esperar los ciudadanos comunes y corrientes.

Si nos acostumbramos al asesinato de carabineros sin que nadie pierda su cargo o se vea obligado a extremar recursos para que ello no vuelva a ocurrir, estamos cediendo cada vez más espacio a la derrota institucional. Porque hasta ahora, estos hechos solo prueban el sucesivo fracaso de las políticas de seguridad de varias administraciones de gobierno. A esta altura, los fraseos para calmar los ánimos quedan solo en declaraciones, que -para muchos- resultan palabras vacías si parte de las propias autoridades tuvieron juicios muy severos en contra de la policía uniformada o siguen alabando la violencia como medio legítimo para alcanzar el poder.

La primera y más importante tarea del estado es brindar y garantizar seguridad, porque en caso contrario solo queda el caos y la anarquía.

Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), Arthur Schopenhauer (1788-1860), Friedrich Nietzsche (1844-1900), Viktor Frankl (1905-1997), son filósofos y pensadores que desarrollaron amplios esfuerzos para determinar el sentido de la vida, éstos no han sido clasificados ni como racionalistas o como empiristas, tendencia común de sus épocas, pero si es posible determinar con claridad que Schopenhauer y Nietzsche tenían una visión pesimista y Hegel y Frankl vieron el asunto de sus reflexiones en un sentido positivo, lo que nos da una idea acerca de la vida como algo que, en general, se relaciona con una búsqueda del sentido, del valor, del propósito, de la insignificancia o del absurdo de la vida en un tránsito plácido o violento hacia un fin de suyo determinado.

Reflexiones de este tipo he visto surgir en hoy sábado 27 de abril de 2024, arrastrados por los sucesos que nuestro país ha vivido en el día de hoy, cuando nos fuimos envolviendo súbitamente en la realidad del asesinato de tres carabineros de Chile, en el triángulo verde de La Araucanía, probablemente víctimas de una emboscada con armas de fuego y según algunas versiones no confirmadas aún, atados e incendiados en la pick up de su vehículo oficial, probablemente vivos, justo en la víspera de la celebración del 97° aniversario de su creación.

Al margen de múltiples declaraciones de todos los actores posibles, a favor y en defensa de actos que sucedieron, debieron suceder o sucederán, es posible que el saldo a favor de nuestra democracia representativa se acerque peligrosamente a negativo.

Dos conceptos y dos declaraciones percibo cuando se asoman en este vertiginoso lenguajear, a decir de nuestro sabio filósofo nacional H. Maturana; Para sustentar lo primero quisiera recordar a dos jóvenes extranjeros que tuve la suerte de conocer, quienes respecto de su participación en una guerra, decían tener sueños íncubos (o también súcubos), sueños producto del stress postraumático de guerra, configurados por figuras mitológicas o demoníacas que se posan en el pecho de personas en sus sueños provocando pesadillas. Un segundo concepto lo tomó de un amigo del alma, antiguo compañero y figura política de nuestra región quién acuñó el concepto de pandemética, como referencia a los actuales dilemas éticos, decisiones existenciales y responsabilidades de la autoridad pública y privada en situaciones excepcionales, bajo la forma de pandemia, es decir una pandemia ética, una falla generalizada en las instituciones de nuestra democracia representativa.

Sobre las declaraciones escuchadas recogemos las de dos mujeres, ante similar pregunta: ¿Quiénes creen que fueron los asesinos?, la primera, Presidenta de la fundación de viudas de mártires de Carabineros, la segunda de una analista del ámbito criminal. Asombra que toda opinión relevante de autoridades se acerque a organizaciones relacionadas con reivindicaciones étnicas, mientras que la respuesta de ambos referentes femeninos va por un lado muy distinto, este sería un acto de crimen organizado de bandas extranjeras o con métodos de aquellas, esto dado a que el asesinato, probable tortura previa, probable incineración en vida, ataduras, retiro de armas y equipo y, la ausencia de señales reivindicativas, no concuerdan con un acto de origen local.

Asombra también que la autoridad no se refiera a esta posibilidad, asombra que nos acerquemos con tanta facilidad a fallas éticas catastróficas, asombra que estudios sobre el crimen organizado señala a La Araucanía como zona "consolidada" del crimen organizado.

¿Por qué no se informa, por qué se normaliza, por qué se establecen sistemas constitucionales "acotados" ?, no lo sabemos, vivimos una vida sin sentido, hoy con seguridad iremos al descanso con una única certeza: estamos ante el peor de los sueños, un sueño íncubo.