Regionalistas por Antofagasta
Cada año, el 11 de febrero marca un día especial en el calendario, el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que es una jornada dedicada a reconocer y celebrar sus logros en el ámbito científico, pero también para reflexionar sobre los desafíos que aún enfrentan y la importancia de la igualdad de género en la ciencia y la tecnología.
En este contexto, es fundamental resaltar que numerosas mujeres que han elegido carreras en estos campos han enfrentado desafíos considerables en su camino hacia el éxito. A pesar de las adversidades, estas barreras han actuado como un catalizador para que muchas de ellas se embarquen en la búsqueda de sus sueños y alcancen las metas que siempre anhelaron. Esta experiencia personal la he vivido de primera mano.
Como emprendedoras, hemos superado no solo obstáculos personales y profesionales, sino que también hemos liderado el cambio al establecer empresas innovadoras y disruptivas en diversos campos científicos y tecnológicos. La desigualdad de género en la ciencia no es un problema nuevo, pero sigue siendo relevante en el siglo XXI. Las barreras que enfrentan son multifacéticas y van desde estereotipos de género arraigados hasta sesgos inconscientes en los procesos de selección y promoción.
En este contexto, es relevante reconocer a mujeres referentes en las carreras STEM, como Eloísa Díaz (1876-1950), primera médica en Chile y pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, y a Sara Larraín (1886-1972), química y farmacéutica, fundadora de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad de Chile. Hace apenas 8 años, la presencia de mujeres en carreras STEM era considerablemente menor, pero hoy en día, gracias a un esfuerzo conjunto por la equidad de género, vemos un incremento significativo en la participación de mujeres en estos campos.
A pesar de los avances, el camino hacia la igualdad de género en la ciencia y la tecnología sigue siendo desafiante. El proceso de cambio cultural y estructural es complejo y requiere el compromiso continuo de todos los actores involucrados. Sin embargo, al reconocer y celebrar los logros de las mujeres en STEM, así como al proporcionarles el apoyo y las oportunidades necesarias, estamos sentando las bases para un futuro más equitativo y justo, donde todas las mentes brillantes, independientemente de su género, puedan florecer y contribuir al avance del conocimiento y la innovación.
Histórica es la firma de los estatutos del Instituto de tecnologías limpias (ITL), la mayor inversión de I+D en el país. Como histórica también fue su génesis, su inspiración y su equipo movilizador. Una provocación hecha en Antofagasta para el desarrollo de la región, del país y del mundo.
Hoy se alinean los astros para desarrollar conocimiento y escalar tecnologías desde el desierto de Atacama para industrias diversas. Sin embargo, el sueño de diversificar la economía no es nuevo, como tampoco los esfuerzos de muchos regionalistas de Antofagasta por potenciar acciones para que ello ocurriera.
Esta historia podrá sonar a homenaje, pero nada más ajeno a lo que quisiera hacer en esta columna, que de homenaje no tiene nada. Más bien tiene la intención de valorar el espíritu de aquel grupo que permitió congregar, poner en movimiento, acelerar los ritmos y arrojarnos a una deriva intensa de acciones que tuvo la potencia para cambiar rumbos y cambiar el punto de inflexión.
Un punto de inflexión -en una función matemática- es un punto donde se pasa de un tipo de concavidad a otra, es decir el punto en que una curva cambia el signo de su pendiente. En sociología el punto de inflexión -según Malcolm Gladwell- "es ese momento mágico en el que una idea, una tendencia o un comportamiento social cruza un umbral, se inclina y se extiende".
Y ese momento, en el que todo confluye para que se produzca un cambio importante, no es fruto del azar, sino la combinación de una serie de factores. La regla del 80/20, ese viejo principio según el cual el 20 % de los factores determinan el 80 % restante, se cumple. Y en este caso, el punto de inflexión tiene que ver con el hecho de que son unas pocas personas claves (el 20 %) impulsan y propician el cambio para los demás (el 80 %). Y eso fue lo que hicimos este grupo de regionalistas, conformado por no más de 15 personas.
Apoyados por El Mercurio de Antofagasta y los parlamentarios de la época, iniciamos públicamente en junio de 2016 una mediática cruzada postulando un solo mandato al país: "los recursos que se producen en la Región se quedan en la Región".
Fuimos incluso a negociar con Corfo a Santiago, no una vez, sino varias con el propósito de acelerar las conversaciones para que en Antofagasta se instalara un centro de alta tecnología que nos permitiera desarrollar y exportar innovación y conocimientos desde Chile al mundo. El instrumento acordado no estaba orientado a hacer papers y menos a encapsular la innovación en el mundo académico sino en generar capacidad de desarrollo tecnológico: investigación aplicada, portafolio de proyectos escalables, formación de talento y todo desde las 9 comunas de la región.
En esta etapa, la posta la tienen otros. Una etapa que demandará liderazgos claros con sentido de realidad y capacidad de visionar el ansiado desarrollo desde más allá de nuestras fronteras. No sería beneficioso mantener un obtuso chovinismo. Antofagasta no cuenta con todas las capacidades para impactar, Chile tampoco. Por ello las 11 universidades, las empresas y los centros que conforman el ITL van a requerir un buen juego de piernas para articular relaciones de largo plazo con institutos internacionales de alto nivel y todo desde una estrategia de "fair play". Difícil desafío, más no imposible.
Para la historia nada de lo que una vez aconteció ha de darse por perdido, por ello espero que esta sí sea la oportunidad por la que las generaciones anteriores también han trabajado. Y que el ITL sea capaz de gatillar el cambio de matriz productiva que se requiere para transitar definitivamente hacia una economía basada en la innovación y en la creación de valor a través del conocimiento.