El asunto es bien simple: para hacer importantes tareas sociales en territorios donde no logra llegar el Estado, el gobierno entrega financiamiento a quienes proveen esos servicios, ya sea mediante subvenciones (usualmente insuficientes) o mediante licitaciones y/o fondos concursables.
La entrega de esos recursos debe ser diáfana, justificada y sobre la base de credenciales de honestidad, expertise y probada trayectoria de las entidades que van a ejecutarlas. El traspaso del dinero debe ser ágil y el rendimiento del mismo igualmente rápido y detallado. Las tareas financiadas deben además tener sentido y prestar una ayuda real, porque se trata de atender urgencias que afectan dramáticamente la vida de los que no tienen nada.
Hoy son 227 mil niños, niñas y jóvenes los que patean piedras en las poblaciones sin ir al colegio y están a merced del narco y el crimen organizado. Existen miles de personas viviendo en situación de calle, lo que se acrecienta con el fenómeno de la migración masiva. Hemos visto en el curso de una semana a morir quemados a diez niños hijos de migrantes irregulares a causa de las precarias viviendas donde viven hacinados. Los problemas de salud mental y consumo problemático de alcohol y de otras drogas de los más pobres, no los atiende nadie. La discapacidad mental es otro tema en que la oferta de ayuda está dramáticamente insatisfecha.
Hacemos esta enumeración, porque que abarca varios programas de trabajo del Hogar de Cristo en todo Chile que se encuentran en incertidumbre financiera, tanto para el cierre 2023 como para la proyección presupuestaria 2024.
Esto, en parte a causa de los sinvergüenzas involucrados en "el caso convenios".
La falta de escrúpulos de unos pocos tiene a muchas organizaciones de la sociedad civil que hacemos bien la pega con la entrega de recursos retenidos, haciendo pagar a justos por pecadores. La situación económica del país tampoco favorece el dar hasta que duela que propiciaba nuestro fundador, Alberto Hurtado. En lo individual -muchas personas están sin trabajo y a otras la inflación las ha golpeado con dureza- y en lo institucional -las empresas que practican la filantropía son escasas y batallar por superar la pobreza no es visto masivamente como una inversión-.
Todo esto nos ha obligado a organizar una colecta nacional, que se llevará a cabo la primera semana de diciembre, y que requiere de todos, de la comunidad completa.
¿Cómo se puede colaborar?
Haciéndote voluntario de la Colecta para Superar la Pobreza. Así podrás representar a la fundación y difundir entre tus contactos en redes sociales la importancia de llegar a la meta para mejorar la calidad de vida de más de 43 mil personas, que son las que atendemos anualmente.
Antes se usaba salir un día con miles de voluntarios a la calle, armados de pecheras institucionales y tarros donde depositar los donativos. Muchos recuerdan que al terminar la jornada, un tarro liviano era mejor que uno pesado; contenía billetes y no sólo monedas. Lejos quedaron esos tiempos: ahora necesitamos fuerza digital y presencia en las redes. Compártenos tu círculo de contactos y sensibilízalos con participar. Así -ojalá -la primera semana de diciembre veremos extenderse la solidaridad en favor de los justos que pagan el pato por la frescura de algunos. Esos justos, que no son las organizaciones, sino aquellos a los que sirven, a los más pobres y a los más excluidos.