Ser mujer es difícil y ser madre también. Desde temprana edad, la sociedad nos impone roles y expectativas dictando cómo debemos cumplir con ellos. A pesar de los avances, aún existen generaciones que sostienen la creencia de que las mujeres están destinadas principalmente a labores de cuidado, perpetuando la idea de que el trabajo materno es inherente a nuestra naturaleza, casi instintivo.
Sin embargo, nadie nace con el conocimiento necesario para ser una madre "excelente", especialmente cuando la maternidad no está planificada o se enfrenta a otros intereses o se desarrolla en contextos extraordinariamente complejos como la violencia de género.
La mayoría de las madres que viven violencia y, producto de ello no logran desarrollar adecuadamente el cuidado de sus hijos e hijas, cargan con culpas impuestas por la sociedad al sentir que no cumplen con los estándares asignados a su rol. A menudo, se ven expuestas al escrutinio de una sociedad poco empática, más interesada en exigir y perpetuar estereotipos de género vinculados con el cuidado que brindar un verdadero apoyo.
Es preocupante que el temor a que sus hijos e hijas sean separados de ellas sea uno de los principales motivos por los cuales las madres no denuncian situaciones de violencia. Esta manipulación inaceptable las vuelve aún más vulnerables a cualquier forma de violencia, considerando que el 41 por ciento de los feminicidios son cometidos por agresores que tienen hijos e hijas en común con mujeres que viven violencia (Circuito Intersectorial de Femicidio, 2020).
Es fundamental contar con políticas coordinadas, efectivas y que brinden seguridad a las mujeres que ejercen la maternidad en contextos de violencia. Estas políticas deben prevenir y sancionar cualquier acto que atente contra su autonomía física, psicológica, económica y simbólica.
Un gran desafío para nuestra región es coordinar el trabajo con diversos organismos públicos y privados de la región para la implementación de políticas, planes y modelos programáticos relacionados con la equidad de género, considerando además el derecho a vivir en familia que tienen niños, niñas y adolescentes materializado en la recientemente promulgada ley 21.430 por el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, y que se traduce, entre otros aspectos, en el derecho a que sus familias, y en especial sus madres, reciban el apoyo suficiente.
Ser hijo o hija involucra contar con una fuente segura en la paternidad y la maternidad desde donde ejercitar y fortalecer los primeros rasgos de su personalidad; en tanto que las mujeres necesitan estar protegidas mientras cumplen este rol, así como sentirse útiles a la sociedad mientras desarrollan una labor remunerada.