Carnalavaca (Fragmento)
Pablo , con ánimos de distraer a su compañero, empezó a explicarle entonces sus hipótesis. Respecto al pasado geológico de la región, sobre todo lo notable del caso aquel del Rio Chaco, por cuyo cauce caminaban, a más de 3.000 m de altura sobre el nivel del mar, y de lo interesante que era el estudio de la región para formarse idea de la potencialidad de las fuerzas naturales y, la costa de Taltal, como la del desierto entero, no era sino la falda escarpada, cayendo al mar como cortada a pico, de una gran meseta que en otras épocas geológicas había servido de lecho al Océano Pacífico. Un cataclismo monstruoso había levantado la costa, dejando encerrados en lo que ahora hacía la pampa salitrera y la fantástica puna de Atacama, hacia el Oeste una cantidad inmensa de pequeños mares y grandes lagos que, a consecuencias del nuevo clima y las nuevas condiciones geográficas, se habían ido desecando poco a poco hasta constituir los salares de la pampa, vastísimas depresiones secas o semi fangosas, rellena de detritus volcánicos y donde la preponderancia de la sal común demostraba su origen de antiguos receptáculos marinos extinguidos. Así, el clima del desierto de Atacama no había sido siempre tan seco y árido, como parecía ahora; numerosos indicios demostraban que allí había existido, en otros tiempos, grandes extensiones de agua e importantes corrientes, sobre todo si se había de juzgar por la anchura de los alvéolos resecos y la dimensión de las piedras que había arrastrado consigo.
Esta mudanza del clima parecía corresponder al comienzo de la época cuaternaria. Los lagos debieron derramarse en el mar, el aire comenzó a llegar seco a la Cordillera de los Andes, que se fue despojando paulatinamente de sus nieves y, a consecuencia de este agotamiento, los manantiales de las corrientes de agua, mermando poco a poco, habían concluido por secarse definitivamente, dejando el paso libre a la majestuosa aridez del desierto, a su modo de ver , uno de los más inhospitalarios y áridos del globo.
Ya lo creo que hay motivos para encontrar que hay algo de grandioso, de sublime en este desierto, algo que no se puede decir con palabras, porque las palabras son manifiestamente insuficientes para expresar lo que un hombre puede sentir ante tamaña maravilla.
Andrés Garafulic Y. Escritor. (1905 / 1956)