Fiscalización Política
Una de las grandes problemáticas que enfrentamos en el desarrollo de la gobernanza política es la capacidad de fiscalización de actores nacionales, regionales y locales desde la ciudadanía. En este sentido, los medios de comunicación juegan un papel clave y, de manera más contemporánea, las redes sociales. La fiscalización política es algo necesario para las democracias sanas, dado que es necesario tensionar el ejercicio del poder, su institucionalidad y la autoridad política involucrada. En teoría política, la literatura se centra más bien en la relación 'accountability' y financiamiento de la política (Fernando Muñoz León, 2015). Sin embargo, en las sociedades modernas contamos con otros mecanismos ciudadanos para hacer la defensa de nuestros derechos inalienables a vivir en paz.
Ya hace más de una semana que ocurrió el fatídico accidente de Aguas Antofagasta en el cual falleció un joven supervisor de la misma empresa (Hugo Pineda Jiménez), un amigo entrañable de mis primos/as y de una gran comunidad que se volcó a darle su último adiós. En el 'bendito' colector aún yacen sus coronas como diciendo 'ya nunca más'. Ese colector ha sido un drama desde que se comenzó a construir en plena pandemia. Los/as vecinos/as reclamamos incansablemente, y a través de todos los medios posibles, por los ruidos molestos. Se pasó de la construcción interminable con grandes taladros a la llegada de camiones a altas horas de la madrugada, fines de semana y festivos inclusive, a realizar maniobras de despeje, lo cual ha obstruido constantemente la vía de sur a norte en la calle Grecia. Días antes del accidente, sonaban las compuertas y herramientas tiradas 24/7 en la zona. En definitiva, la modernidad de las 'aguas servidas' nos trajo un infierno y una desgracia fatal. Debimos ver partir a nuestro querido Hugo para que la cosa quedara relativamente tranquila.
En otra columna, yo me referí a la curiosidad que me produce que en esta ciudad siempre estemos en 'crisis de excrementos', como si fuéramos la 'capital de las heces', en vez de la perla que debiera brillar. La pregunta que nos surge es quién fiscaliza a estas empresas abusivas que tienen cero respeto por el descanso de los/as vecinos/as del sector, el tráfico vehicular y las vidas humanas. La respuesta debiera ser nuestras autoridades, quienes al parecer descansan en una eterna estrategia de 'tercerizar' incluso sus propias responsabilidades, como si fueran "parte del problema y no de la solución" como dice la gestora social y cultural Marcela Mercado. Las situaciones le pasan a otros/as y casos como el colector debieran ser resuelto por la misma empresa responsable sin mayor accountability desde la municipalidad y el gobierno regional. Somos una ciudad abandonada al libre albedrío de la contingencia y, finalmente, que 'Dios nos pille confesados/as'.
Se han dado liderazgos solitarios han salido a dar la voz por la ciudad como la ex Directora de Sernatur Irina Salgado y el concejal Luis Aguilera, pero 'una golondrina no hace verano'. También se reconoce la lucha ardua que han dado algunas juntas de vecinos y movimientos como 'no más quemas' y 'no más ruidos'. Sin embargo, de esta desidia ciudadana es de la que se nutre la segunda estrategia de las autoridades, la indiferencia e invisibilización' de las problemáticas de la comunidad. La tercera estrategia, que también la he señalado en otras columnas es la procrastinación política. Finalmente si se fiscaliza o no a las empresas de la ciudad-región, nadie lo hace, a nadie le importa y pasa nada, la vida sigue igual con la indolencia por una parte y el descontento de los/as habitantes por otra.
Necesitamos más políticas de 'accountability social' como señalan Catalina Smulovitz y Enrique Peruzotti, ("La Politica de Accountability Social en América Latina", 2000), pero que no nazcan de los/as representantes a resolver nuestros problemas, que tampoco emerjan de gente con fines meramente electorales, que brote de personas que amamos la ciudad y queremos lo mejor para ella. La 'calidad institucional' y el buen catálogo político debieran ser las lógicas de las nuevas democracias en nuestro norte. Asimismo, desde las autoridades de turno se debe suplir el déficit en las operaciones de rendición de cuentas, más allá de un 'check list' o una imagen en la 'selfie' de turno. Se requiere con urgencia un saludable proceso de renovación política en esta región-ciudad.
Nuestra tradición democrática
Los chilenos fuimos ganando espacios de libertad durante muchos lustros y décadas, hasta llegar al estado actual donde somos personas creadoras de nuestra propia realidad, capaces de modificar aquello que no parezca positivo, a través de los medios políticos que se han establecido para resolver estas situaciones. Es en este punto donde la noción de la libertad se muestra en toda su dimensión.
En Chile, el sentido de la legalidad y de la libertad está profundamente arraigado entre las personas y constituye una característica muy propia de la nacionalidad, una tradición de larga data. Es importante contrastar esta característica con lo que sucede en América Latina, donde la inestabilidad jurídica y el caudillismo populista suelen darse con demasiada frecuencia, en naciones tanto grandes como pequeñas; situaciones que representan la manifestación de una falta de madurez cívica y política que tiene como trasfondo la escasa tradición jurídica de aquellas naciones. Esta tradición no debe medirse por la cantidad - más o menos abundante -, de legislación que pudieran mostrar esos países, sino que por el sentido genuino de respeto de la sociedad como un todo a la legalidad, a las instituciones fundamentales del Estado y a los poderes debidamente constituidos. En suma, apego a una convivencia democrática.
Podrían señalarse muchos factores que influyeron para que el pueblo chileno llegara a tener esa característica única en nuestro continente, pero sin duda esta mentalidad se fue formando a través de un largo proceso educativo, en el que participaron grandes personajes de nuestra historia. Como ese insigne venezolano llamado André Bello - educador, jurista y mucho más -, que durante la primera mitad del siglo XIX trajo sabiduría y equilibrio a nuestra incipiente República. Primero, a través de su influencia intelectual en los años posteriores a la Constitución de 1833, que le dio a Chile una estabilidad política sin par en América Latina; más tarde, con su renombrado Código Civil de 1855, el cual permitió dirigir y encarrilar las actividades particulares de las personas, terminando con los caudillismos y dando sustento al respeto por el orden establecido.
Indudablemente, son logros que no se crearon de manera espontánea, de un día para otro. Fueron construyéndose a través del tiempo con el esfuerzo de muchos, de todos y todas, con tradiciones políticas y sociales que se hicieron fuertes con el paso de los años. Esta es la razón primordial por la cual Chile es un país ordenado, respetuoso del orden constitucional y de su tradición democrática bicentenaria.
Sin embargo, ahora vemos algunos movimientos políticos que tienen como filosofía de vida el "rupturismo", cuyo único norte es derrumbar todo lo construido, cambiar lo que se edificó con el aporte de nuestros padres, abuelos y antepasados, pero sin realizar propuestas alternativas que sean viables, como sucedió con el fallido proyecto constitucional reciente. Claro, esas corrientes de opinión o movimientos están conformados generalmente por personas irreflexivas, impacientes, sin experiencia. Nada duradero se erige sobre las cenizas de lo existente. No es bueno, no es positivo, y además, siembra el caos. Por fortuna para Chile, las grandes mayorías nacionales son prudentes y respetuosas de las tradiciones políticas, y de nuestra preciada libertad. ¡Saben escoger!.
Dra. Francis Espinoza F.
José Miguel Serrano
Opinión
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Ya hace más de una semana que ocurrió el fatídico accidente de Aguas Antofagasta en el cual falleció un joven supervisor de la misma empresa (Hugo Pineda Jiménez), un amigo entrañable de mis primos/as y de una gran comunidad que se volcó a darle su último adiós. En el 'bendito' colector aún yacen sus coronas como diciendo 'ya nunca más'.
Ahora vemos algunos movimientos políticos que tienen como filosofía de vida el "rupturismo", cuyo único norte es derrumbar todo lo construido, cambiar lo que se edificó con el aporte de nuestros padres, abuelos y antepasados".
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Académica UCN
Economista Universidad de Columbia