Agencias
Juan Villoro escarbó documentos y escuchó a muchas personas durante años para poder contar una historia "muy personal" y "muy familiar": la del filósofo Luis Villoro, su padre. En ese proceso, revela, encontró que todo el mundo construye a la gente con la que se relaciona.
"Parte de lo que yo he tratado de subsanar a través de la literatura es acercarme afectivamente a mi padre, es decir construir una relación emocional que no tuve en la realidad, pero que puedo tener desde la imaginación. Yo creo que nosotros construimos a la gente con la que nos relacionamos", dice Villoro a Efe en Bogotá, durante la Feria Internacional del Libro.
"La figura del mundo" (Random House) es una obra en la que el escritor y periodista trabajó durante muchos años y con la que, dice, toca "distintas capas" no solo de la vida de su padre y de la suya, sino también de otros temas.
"Mi padre nació en Barcelona y fue a vivir a México en su juventud, de modo que tiene que ver con el exilio, con la adopción de otro país y con tratar de integrarte a ese país. Es también la historia de una época, porque él se interesó mucho en las luchas sociales, fue un activista que estuvo muy involucrado con la izquierda en México", añade.
A renglón seguido agrega: "Por un lado se trata de la descripción de un ambiente intelectual, de las búsquedas sociales y políticas de aquella época, pero también es una historia muy personal, es una historia muy familiar".
Filosofía y cantina
Villoro revela que le costó mucho entender el oficio de su padre como filósofo y cuenta como anécdota que cuando era niño su papá le decía: "Un filósofo indaga el sentido de la vida", algo que contrastaba con los oficios de vendedores o aviadores que tenían sus amigos.
"Cuando yo les contaba a mis amigos que mi padre indagaba el sentido de la vida, ellos pensaban que era un parrandero que estaba en las cantinas oyendo canciones de José Alfredo Jiménez, que es nuestro filósofo popular sobre el sentido de la vida que solo se entiende con un buen tequila", expresa.
Eso, añade, dificultó mucho relacionarse con él y es allí que aparece el libro, que decidió escribir luego de que su padre falleciera en 2014 porque "mientras su vida estuviera abierta era difícil saber cómo concluía".
En ese proceso de años escuchó a muchas personas y cerró el libro con el testimonio de su madre, quien hace una "especie de juicio final", porque "nadie te puede juzgar con más severidad o con más rectitud que la persona con la que has compartido tu vida".
"'La figura del mundo' es un libro de descubrimiento porque hay muchas cosas que tú crees saber de tus padres, pero que ignoras. Y cada uno de los hijos de una persona tiene una versión distinta de su papá. Yo indagué lo que pensaban mis hermanos y cada uno de ellos tenía un padre a su medida que se habían construido", añade.
En este proceso consiguió descubrir partes ocultas de la vida de su padre que le permitieron escribir un relato de una persona que considera "sumamente interesante" y que "fue muy productiva en la vida intelectual de México y en la filosofía en español".
"Yo no quería escribir ni una celebración de un gran hombre idolatrando al padre, ni tampoco un ajuste de cuentas diciendo 'era un miserable' (...) Trato de ver sus claroscuros, no las luces y las sombras de una persona significativa", asegura.
Merecimientos, emociones
Villoro revela que antes de morir su padre leyó "algunas partes del libro que le parecieron inmerecidas porque él no era una persona que viera el mundo a través de las emociones".
Eso, considera, lo llevó a titular el libro "La figura del mundo", cuyo hallazgo es lo que busca la filosofía a través de la decantación de ideas y de la reflexión. Era lo que buscaba Luis Villoro. "Todo esto es muy abstracto, en cambio la literatura trabaja con emociones, la literatura es descarnada, la literatura tiene pasiones. cuando yo escribí los primeros textos sobre él y los leyó le sorprendió que su vida pudiera provocar emociones porque era un campo totalmente ajeno que le costaba mucho trabajo manejar y eso lo conmovió y le pareció inmerecido", añade.
Y hoy, ocho años después de su muerte, Villoro extraña muchas cosas de su padre: "Su manera de entender la realidad, la rectitud que tuvo, fue una figura admirable, tuvo muchísimos alumnos que lo recuerdan con mucho cariño, entonces desde luego que dejó un vacío muy importante en mi vida".