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Llenar las casillas con cifras de 1 a 9 de modo que en cada fila, columna y "caja" aparezcan solamente esos nueve números sin repetirse.
Solución día anterior
Llenar las casillas con cifras de 1 a 9 de modo que en cada fila, columna y "caja" aparezcan solamente esos nueve números sin repetirse.
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Salvador Reyes vivió para la vastedad humana y para la vastedad creadora. Su impulso no era el de los vanos: era el impulso poderoso de los hombres de acción. Sabía que quienes nacen, como él, de un tronco de aventura, no tienen tiempo para detenerse a golpear en las puertas metafísicas. Entendió desde su fondo que la vida es una y que es en esta vida donde se debe madurar para el siempre de los demás hombres.
Salvador vivió en vértigo de sueños extraordinarios, con el corazón girante y enloquecido por todas las tentaciones de lo increíble y de lo insólito. Procediendo de mineros atacameños, suyos fueron los derroteros y la esperanza. Lo que no logró en frutos materiales el abuelo lo consiguió en frutos de ilusión el nieto soñador y andariego. Lo que le quedó por vagar al abuelo en tierras nortinas vino a caminarlo el nieto por el mundo; fue, así, el salvador de todos los naufragios de tierra adentro de sus mayores. Por esta razón de si no le sobraron manos para agitar adioses, huellas para cruzarlas y cielos para los éxtasis del vagabundo. Nuestro hermano era criatura del mar.
Si Salvador Reyes, el abuelo, se oscureció con la tierra de cien caravanas mineras, Salvador Reyes, el nieto, se azuló en las cien trombas del azar marino. De su herencia de espacios y libertades sacó Salvador su donaire espiritual, su amor por las causas en las que el hombre vale en fuego, su desprecio por los dorados y su avasallante pasión por cuanto gesto confirma al hombre en posesión de su propio reino.
Esta condición del sin cadenas, Salvador lo volcó a las bancadas fraternales de la Hermandad de la Costa, porque descubrió que en ella se oficiaba el culto del Mar y la Libertad, que eran, precisamente los pesos de equilibrio de su alma.
Cuando Mariano Latorre triunfaba sobre un caballo de tinta, Salvador principió a verter mar en nuestros labios. Si un galope reventaba a los lejos, más lejos, también reventaba el tropel de las olas.
Cada vez que contemplamos nuestro mar, nos aproximamos a Salvador, en el recuerdo conmovido, seguros de que allá, entre la ola y los azules, sus cenizas son agua oceánica para siempre, enseñándonos la noble lección de vivir en muerte la hermosura del movimiento y el azar.
NdeR, Reyes falleció en Santiago, el 27 de febrero de 1970.
Andrés Sabella. Mercurio de Antofagasta. 1970.