Cuando las Ues estatales eran gratis
"Hasta septiembre de 1973 no había que pagar para estudiar en la Universidad de Chile y Universidad Técnica del Estado, actual Universidad de Santiago".
La historia transcurre en su desplazamiento por el tiempo donde generaciones han vivido las alternativas en aquel presente que muchos recuerdan y otros han olvidado por diferentes razones, muchas por conveniencias que se apartan bastante de lo que fue una realidad obvia.
Los hitos reales, como las postulaciones a las carreras universitarias, han hecho retornar a la memoria infalible de aquellos que no ocultan el pasado, esa historia de cuando las universidades estatales chilenas no cobraban matrícula ni aranceles a sus postulantes.
Hasta septiembre de 1973 no había que pagar para estudiar en la Universidad de Chile y Universidad Técnica del Estado, actual Universidad de Santiago.
Aquellos que eran aceptados, después de aprobar el complejo Bachillerato y la Prueba de Aptitud Académica posteriormente, no debían angustiarse por ese actual-brutal endeudamiento ante la banca neoliberal.
Las familias debían preocuparse solamente que su hijo estudiara con aplicación para cumplir con las complejas materias de la carrera escogida; y que definiría su futuro existencial.
La educación universitaria chilena era consistente, entonces. El Instituto Pedagógico de la U. de Chile recibía alumnos de toda A. Latina. Las Escuelas Normales también. Chile era el Pedagógico del continente. Postulantes que no cruzaban la frontera por pasos ilegales.
La Escuela de Minas de Copiapó, de la ex UTE, era el sitio obvio para estudiar como rescatar la riqueza minera, desde 1847, en todos los jóvenes de América. La unión del trabajo y el estudio se había logrado desde los cerros del norte por los pirquineros con el sol en sus rostros.
Similar panorama vivía la sede UTE de Antofagasta, allí en la Avenida Angamos, como corolario pacífico después de la guerra minera salitrera que explotaban los ingleses y que ellos incentivaron con entusiasmo la denominada Guerra del Pacífico (1879-1881).
El panorama actual es distinto. Los ciudadanos han olvidado el pasado reciente, lo que ha hecho aceptar la presente realidad, en la ya conocida actitud acomodaticia que encierra la negación del ser humano.
Las universidades del Estado constituyen ahora un núcleo férreo de endeudamiento para sus alumnos que deben hacer esfuerzos por acceder a la gratuidad limitada que se ha establecido a través del tiempo.
La Universidad del Norte de Antofagasta, a fines de los años 60, cobraba matrículas y aranceles, pero, siendo privada, ofrecía la alternativa de préstamos para que se pudiera cumplir con los pagos. En Periodismo, de acuerdo al rendimiento, ese préstamo se trasformaba en beca.
Eran otros tiempos que la reforma universitaria de 1968 continuó interviniendo al democratizar la elección de rectores con la intervención porcentual de académicos, estudiantes, administrativos y personal de servicio. Elecciones claramente democráticas. Ahora es lo contrario.
Las universidades del Estado son las máximas opciones para que los ciudadanos ingresen al estudio reflexivo con las proyecciones de las disciplinas académicas hacia el desarrollo de las comunidades ciudadanas, dueñas de la esencia de las casas de estudios estatales.
Osman Cortés Argandoña
Periodista