Cuatro monedas de oro revelan al "emperador romano perdido": Esponsiano
TRANSILVANIA. Eran consideradas falsas, hasta que un equipo de investigadores examinó hasta la tierra impregnada en ellas, descubriendo que son del tiempo del casi desconocido líder que gobernó la provincia de Dacia del año 260.
Agencias
Cuatro monedas de oro encontradas en Transilvania, Rumania, atestiguan la existencia de un nuevo y casi desconocido emperador romano, Esponsiano, alrededor del 260 d.C, que regentaba por la entonces provincia romana de Dacia, según una investigación difundida esta semana.
Las piezas, que se encuentran en la Galería de Arte Hunterian de Glasgow, en Escocia, fueron halladas en 1713 en la región transilvana y estaban consideradas por los expertos como falsas hasta ahora, cuando una colaboración entre las universidades de Glasgow y College de Londres demostró supuestamente su veracidad.
"Tienen grabado el título de 'Imp', de Imperato, que significa comandante militar supremo, solo reservado para emperadores. Lleva una corona, que es parte de los símbolos imperiales, y tiene nombre romano…", describe a Efe el profesor Paul Pearson, líder de la investigación.
Junto a estas, en aquel hallazgo se encontraron conocidos emperadores representados, como Gordiano III (238-244) y Filipo el Árabe (244-249) ,"todos ellos situados en el tercer siglo", señala Pearson
Sus superficies están "recubiertas de rayaduras, de aparente traza natural, además con suciedad y sedimentos depositados", según detalla el académico de la Universidad de College de Londres, lo que les llevó a concluir que "o son una falsificación muy sofisticada o son auténticas".
Por ello, se sometieron a un análisis de imagen y espectroscópico, para observar de cerca estos patrones, el depósito de materiales y la tierra pegada a las monedas, para poder compararlas con otras usadas en tiempos romanos.
La pista de los sedimentos
En la observación minuciosa realizada por el grupo de Técnica de Historia del Arte de Glasgow y el Departamento de Ciencias de la Tierra de Londres, se encontraron "todos los elementos de la tierra" en "los sedimentos, materiales depositados y restos" pegados a ellas, afirma Pearson.
"Lo más increíble" como evidencia, dice el académico, fue dar con el mineral sílice, que consigue la cimentación y compactación de la tierra con "la misma apariencia que las monedas que han sido enterradas de forma genuina."
En el análisis también se observa en su desgaste "rayas de todas longitudes y tamaños de una forma muy significativa", explica el profesor, de la "misma forma que en las monedas reales, lo que indica que estuvieron en circulación".
La provincia de Dacia, codiciada por la cantidad de minas de oro, "fue la más complicada para los romanos de conquistar, la última en conseguir y la primera en abandonar", contextualiza Pearson.
Las fuentes históricas, sostiene, arrojan una contradicción: Dacia quedó "desabastecida" y "perdida por Roma, durante el emperador Galiano (260-268 d.C)", y también la población "la abandonó de forma ordenada hacia el sur, cerca del Danubio" durante el mandato de Aureliano (270-275 d.C).
La hipótesis que repararía la discordancia de esa década es la de "una población que cuidaba de su propia defensa y que perdió el contacto con Roma que estableció su propio régimen", propone Pearson.
Ello explicaría cómo estas monedas se fabricaron de forma artesanal, "porque no había casa de la moneda oficial", y por ello mucho tiempo se han considerado falsas, defiende el líder de la investigación.
Su circulación por la región y durante un largo periodo de tiempo respondería a la lejanía del resto del imperio y a su autosuficiencia, así como también al acorralamiento por distintos pueblos como los godos, al este, o los carpos, en los Montes Cárpatos, sostiene el profesor.
¿Qué habría pasado con todas las monedas que circularon? A juicio de los investigadores, "habrían sido retiradas al no ser oficiales en aquella época (...) y quizá fueron fundidas durante ese tiempo (270 d.C)". Por ello "serían tan raras", es la hipótesis del académico.