Esperanzas de una nueva constitución
Se perdió una oportunidad de oro, pero las lamentaciones poco ayudarán para que los parlamentarios se pongan a la altura y acuerden los pasos a seguir. Las consideraciones son las precisas para que un proceso de la importancia que tiene se haga bien, que no se repitan los errores y que por sobre todo prime el bien común sobre los afanes personales.
Bien reza el dicho de que "No hay que llorar sobre la leche derramada". Una clara alusión a ver hacia el futuro y olvidar lo que pudo ser o lo que debió ser. Pese a que el valor de la sabiduría popular es innegable, a veces dan ganas -y muchas- de lanzar lágrimas y lamentarse por las oportunidades pérdidas.
Esto es lo que ven muchos chilenos al recordar el fallido proceso constituyente, que tanto costó conformar y que por distintas razones no llegó a buen puerto al ser rechazado por amplia mayoría en el plebiscito de salida. Se estaba frente a una oportunidad histórica de crear los cimientos de un nuevo Chile, con una mirada moderna y teniendo como principal objetivo responder a lo que esperaba la ciudadanía. Esas mismas personas que han sufrido en las últimas décadas; que vivieron en carne propia la pobreza; que convivieron con el dolor de quienes perdieron a un ser querido; que se han levantado tras terremotos, tsunamis y aluviones y que solo hace poco empiezan a respirar un poco mejor, conscientes que aún hay mucho por hacer para que la sociedad en su conjunto viva más a gusto.
Este gran conglomerado era el que esperaba que los constituyentes redactaran el documento que recogiera todo ello y que representará los intereses mayormente compartidos.
No ocurrió aquello. Hoy son muchos los que siguen llorando cuando ven que en el Congreso los acuerdos se acercan y alejan con una preocupante velocidad. Y que no existe ninguna certeza que antes de fin de año estará listo el cronograma y cómo se redactará la nueva Carta Magna.
Lo que viene es confiar que nuestros parlamentarios después de dimes y diretes, sobre los bordes constitucionales, el árbitro y otros más, estarán a la altura requerida y acordarán los pasos a seguir para una nueva constitución. Las fórmulas pueden ser muchas, pero lo único que no es posible es que se deje fuera la opinión generalizada de chilenos y chilenas.
Lo primero es interpretar lo que quieren y lo segundo promover el sistema de elecciones de constituyentes y de plebiscito, al menos, para la aprobación o rechazo de lo redactado. Las consideraciones son las precisas para que un proceso de la importancia que tiene se haga bien, que no se repitan los errores y que por sobre todo prime el bien común sobre los afanes personales.