Aquella noche
"Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. (San Juan 1:9)".
En la oscuridad, la noche se movía intranquila en la ciudad de Wittenberg, en tanto el rio Elba en complicidad con el viento otoñal, acompañaba cual mudos testigos al monje Martín. Se iniciaba el final de un imperio. El objetivo, liberar de siglos de prisión a un libro.
El singular prisionero emparedado en una cárcel de lujo, no era un libro común, contenía la vida y el perdón eterno para la humanidad mediante la fe en Cristo. Transcurría el año 1517, me refiero a las sagradas escrituras. Hasta ese entonces, retenida en manos de la conveniencia papal, fue usada por siglos como arma de manipulación, control y poder.
"Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció." (San Juan 1:9) La verdad detenida hasta aquella noche llegaba a su fin, desatando el evangelio de la gracia del perdón de pecados y la salvación planetaria, no por dinero o favores de poder sino por la fe en Jesucristo.
Las Escrituras retenida por hombres guiados por el poder eclesial de la época, obedecían a lo no divino, impidiendo a generaciones acceder a la sagrada verdad de Dios; los siglos de oscurantismo espiritual, se despedían para siempre, amanecía a este mundo la verdad que hace libre. Desde aquella noche hasta el fin de los tiempos la obra continúa hasta llenar de gracia y de verdad, así como las aguas cubren el mar.
Hasta hoy, incontables somos los transformados por la fe de Jesús, hombres y mujeres perdonados, nacidos de nuevo, hechos templo del Espíritu Santo de Dios, mostrando en todo tiempo en todo lugar, a la luz del mundo, la luz de la vida. En la oscuridad de ese día 31 de octubre, Martín rumbo hacia el templo de la ciudad, publicaba sus 95 tesis, marcando el inicio de un rompimiento jamás pensado ni escrito en el oscuro libro del mundo. Martín Lutero, excomulgado por el clero, llevado a juicio y sentenciado como el gran hereje por tribunal humano, continuaba el camino de liberación y salvación, traduciendo las Escrituras, dando fin al oscurantismo imperante.
Desde aquella noche, ni persecuciones, acosos, ni hambre ni muerte han logrado detener el avance de la fe en el evangelio de Cristo, en obediencia y sujeción al corazón de Dios que anhela la salvación de todos, sin condenación, mediante la fe.
Desde entonces la oscuridad de la noche, nunca más sería igual. El rio Elba fluye hasta hoy, junto a las puertas del templo, como testigos silentes de este crucial momento de la humanidad, como hitos para el mundo de no ignorar la palabra de Dios.
En nuestra nación, por ley de la república, las iglesias cristianas conmemoramos este santo momento de la historia agradeciendo a Dios, en rogativa constante por todas las almas que aún desconocen la luz de la vida.
Sergio Lagos Luciano
Pastor evangélico