Investigación sobre el maíz de Atacama revela pérdida sostenida de nutrientes
CIENCIA. Alejandra Vidal, arqueóloga y académica de la Universidad Católica lidera los estudios de maíces arqueológicos de la Pampa del Tamarugal que han ayudado a entender la adaptación de las culturas prehispánicas a las hostiles condiciones ambientales del desierto.
Uno de los grandes desafíos de la posguerra fue la forma en que los Estados involucrados lograban producir alimentos para una población empobrecida y economías casi en ruinas. Surgió así lo que los historiadores denominaron "Revolución verde" que fue la iniciativa y acuerdo de agricultores de diversos países de producir alimentos a gran escala. Para ello priorizaron cereales que tuvieran mejor rendimiento y eficiencia lo que posibilitaba llegar rápidamente con alimentos a poblaciones que necesitaban recuperarse en corto plazo.
El experimento fue un éxito y permitió Europa y Estados Unidas un crecimiento exponencial de sus economías. No obstante a finales de los '70 diversos estudios se dieron a la tarea de analizar la calidad de esos cereales. Concluyeron que la calidad de los mismos, a nivel de contenido de minerales, había mermado. Tanto la OMS, como la FAO hicieron urgentes llamados a abordar el problema, a fin de cautelar la calidad de las grandes producciones agrícolas.
Análogo arqueológico
Muy lejos de esa historia, y en pleno desierto de Atacama, un grupo de arqueólogos y biólogos de la Universidad Católica y de Chile, investigan hace al menos 10 años, los campos de cultivos que culturas prehispánicas desarrollaban en la Pampa del Tamarugal y Guatacondo.
Dentro de esas investigaciones, comenta la arqueóloga Alejandra Vidal, profesora asistente de la Escuela de Antropología de la Universidad Católica, lograron describir la evolución que había experimentado el cultivo del maíz a lo largo de casi 2.000 años. Si bien, en países como México o Perú, el estudio de maíces tiene larga data, en Chile, apunta Vidal, no existían investigaciones en profundidad.
"Empezamos a trabajar con Fernanda Pérez, Mauricio Uribe, Hannetz Roschzttardtz. La idea fue analizar el maíz desde todo punto de vista. Logramos demostrar cómo los maíces iban creciendo en tamaño, tanto coronta como granos. Luego hicimos análisis genéticos a través de biomarcadores de microsatelites. Lo que veíamos ahí era cómo los maíces tenían muy baja diversidad genética y eso es un indicador de selección por parte de los grupos humanos, o al menos, así se interpretó en nuestros resultados", puntualiza.
Pero la búsqueda de más respuestas, llevó a los investigadores a preguntarse acaso esa evolución de cultivos en Atacama había experimentado cambios, ¿no podría haberse desarrollado algo Similar a lo de los años de posguerra?.
"Muy exploratoriamente tomamos los granos y les hicimos cortes histológicos, análisis en laboratorios de la Universidad Católica, otros en cooperación con Francia y resultó que efectivamente se producía el mismo fenómeno. Los maíces más antiguos de más de 2.000 años tenían gran cantidad de hierro en el núcleo de sus granos y a medida que pasaba el tiempo lo iban perdiendo, hasta que llegaban a la época colonial, cerca del año 1700, tenían cero hierro, lo habían perdido completamente. Por lo tanto lo que pasó en los años '50 en 20 años, aquí parece que ocurrió un análogo, pero a lo largo de mucho más tiempo", sostiene.
¿Cuándo se adaptan?
Otro de loa hallazgos en la investigación de los maíces del desierto de Atacama, indica Vidal, es el bajo reemplazo de variedades que se hallan en los sitos de Guatacondo o la Quebrada de Tarapacá. Las poblaciones prehispánicas, seleccionaron el maíz reventado la que se mantuvo inalterable durante casi 1.000 años. Las razones para haber priorizado durante tantos años ese tipo de cultivo se explicarían por las extremas condiciones del hábitat atacameño.
"Creemos que este maíz 'reventador' que permaneció en el desierto por casi 1.000 años es un maíz que está adaptado a las condiciones extremas, entiéndase a la baja cantidad de agua, a los suelos ricos en diversos minerales, a la insolación. Creemos que esta variedad, que es la que se planta en la Pampa del Tamarugal es la que se adaptó a las condiciones del desierto y eso tiene un alto potencial".
El próximo paso de los investigadores, y que se encuentra en su etapa final, apunta a análisis genético de al menos 11 variedades de mazorcas arqueológicas recolectadas de distintos sitios de la región de Tarapacá. La idea es poder determinar el momento en que se produjo aquella selección.
"Pudimos extraer ADN antiguo y ya los secuenciamos, los estamos analizando. Queremos ver si podemos detectar dónde están esas adaptaciones genéticas de estos maíces. Esperamos publicar ese trabajo en los primeros meses del próximo año", indica la académica.
Para el grupo de investigadores que lidera Alejandra Vidal, resulta fundamental ahondar en el entendimiento de las poblaciones prehispánicas y su actividad agrícola, por cuanto, revelan el fuerte impacto que los grupos humanos tienen sobre la flora, fauna y entorno. Si bien la investigación se concentra en la región de Tarapacá, Vidal no descarta ampliarla a zonas como San Pedro de Atacama y Calama donde también existen importantes colecciones relacionadas con la cultura y cultivo del maíz.
"Nos queda por incluir a lo mejor las variedades que existen en Calama y San Pedro de Atacama. Hay que trabajar con las comunidades. No es llegar ir y sacar y hacer análisis, sino que hay un trabajo previo con las comunidades que toma hartos años", precisa Vidal