María Elena Moll
Cuando jóvenes, nos acercábamos sigilosos a su oficina, en el área de Humanidades de la Universidad del Norte, temerosos de sus constantes correcciones (no exentas de su particular ironía) a nuestro precario uso del lenguaje.
Desde el saludo hasta la despedida, nos conminaba, con su voz grave y modulada, a utilizar con propiedad este "sistema de signos" que fue su objeto de estudio durante toda su vida: María Elena Moll Sureda, Doctora en Lingüística Románica, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, decidió dejar esta dimensión para emprender el viaje eterno.
Académica, entre otras, de la Universidad Católica, Universidad del Mar, en Iquique, donde acudió la Academia para investirla como miembro correspondiente, en una sesión pública y solemne, por primera vez en su historia de 122 años, un 17 de noviembre de 2006.
El Director de la Academia, Alfredo Matus, diría que "su trayectoria académica es compacta, Mediterránea, espesa, helénica, no solo en el nombre". Sin duda, María Elena marcó con su pasión, dedicación y rigurosa disciplina a muchos quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos y también a quienes compartieron con ella el inefable amor por la lengua y el lenguaje.
Nos impresionaba su familiaridad con el sánscrito, el griego y el latín. La didáctica y metodología para explicar la evolución de las lenguas romances, de la relación entre ellas por ese tronco común, el parecido en su forma y fonética entre el italiano, el portugués, el francés y el español, fueron esos "aprendizajes significativos" que nos permitieron más tarde influir en el aprendizaje de nuestros estudiantes. No obstante, su brillante trayectoria, como erudita en la cátedra, María Elena fue una cálida y generosa mujer que amó profundamente a su familia y amigos y nos congratulamos de haber tenido la oportunidad de conocerla más allá de las aulas, estableciendo con ella ese nexo indisoluble de cariño que marcaremos, como dijo Alfredo Matus, en piedra blanca como los antiguos.
Ma. Alexandra Durán, profesora