Dinero
Joaquín García-Huidobro
Es difícil, Sr. Ministro, que lea esta carta. Seguramente está agotado con todas las críticas que ha recibido y no querrá agregar una molestia adicional a su ya difícil semana. Muchas veces en los años precedentes habrá oído decir que "la política es dura". Sin embargo, probablemente nunca pensó que fuera tan dura.
No me referiré a la parte de sus declaraciones donde usted usted es injusto, parcial, y muestra una actitud que, con razón, ha suscitado un rechazo tan amplio que, en definitiva, lo llevó a pedir disculpas. Ese no es el Jackson que Chile necesita. Quiero detenerme un momento, en la otra parte, en esa donde usted tiene razón: la mala mezcla que ha habido en Chile entre política y dinero. Usted ha tocado un tema importante y es de justicia reconocerlo.
Esa inadecuada relación ha contribuido al desprestigio de dos actividades muy nobles e imprescindibles para el país, porque, aunque algunos se resistan a verlo, necesitamos muchos y buenos políticos y empresarios. Si los primeros no son bien valorados, ¿quién se dedicará a las cosas que nos afectan a todos? ¿Y cómo vamos a convencer a los empresarios para que inviertan en Chile y creen fuentes de trabajo si aquí los tratamos mal mientras que afuera los reciben con los brazos abiertos?
Su crítica tiene mucho de acertada, en cuanto describe un problema real. Con todo, habría deseado que usted recordara a los chilenos que la legislación sobre financiamiento electoral -y los criterios con que el Servicio de Impuestos de Internos ha interpretado esos casos de boletas que no corresponden a servicios prestados- no han sido siempre los mismos. Esto significa que, aunque muchas prácticas no nos gusten y que, con razón, hayan sido taxativamente prohibidas, antes se miraban con otros ojos. Es difícil ser justo en esta materia, porque hoy tenemos una especial sensibilidad y tendemos a ser implacables. A la gente hay que juzgarla por las reglas vigentes al momento en que se realizaron las conductas reprobables. Este es un criterio mínimo de justicia.
Por supuesto que lo anterior no impide que formulemos una crítica de carácter político, y que nos preguntemos por qué nos demoramos tanto en legislar para corregir todas estas situaciones irregulares. Hay, por cierto, una responsabilidad política y el Frente Amplio no resulta afectado por ella, no sabemos si debido a la especial probidad de sus integrantes o simplemente porque en esa época no existía.
En suma, usted ha apuntado a un problema muy importante y es una pena que lo haya hecho en un contexto inapropiado, en compañía de una serie de declaraciones poco felices. Sin embargo, me permito tomarle la palabra. Me parece que cuando usted habla de la relación entre dinero y política la hace equivalente a los vínculos entre "empresarios y política", y este es un error muy importante.
En efecto, en Chile no sólo los empresarios tienen dinero. También lo tiene, y muchísimo más, el Estado. Y sucede que hoy son ustedes, los frenteamplistas, junto al PC y otras agrupaciones, los que hoy administran el Estado, o sea, los dineros fiscales. Y todas esas son agrupaciones políticas que podrían beneficiarse por un uso poco prolijo de esos fondos.
¿Me puede decir, con la mano en el corazón, que el Frente Amplio, que se presenta con un genuino deseo de renovar la política, está libre del pecado -la mezcla entre dinero y política- que le imputa a las generaciones precedentes?
Usted niega que haya intervencionismo electoral por parte del gobierno ante el próximo plebiscito. Supongamos que es así. En todo caso, la relación entre dineros fiscales y proyectos políticos particulares no se restringe a este tema. Y si hubiera alguna irregularidad en este campo sería, en el caso del FA/PC, más grave que en las situaciones anteriores. Entonces la legislación no era tan clara como ahora y, además, los empresarios entregaban plata propia, mientras que ahora estarían involucrados los fondos que administra el Estado, que es dinero de todos los chilenos.