A la 1:11 de la madrugada del 30 de julio de 1995, un terremoto magnitud 8.1 con epicentro a 25 kilómetros de Antofagasta alertó a los científicos. En los 508 años de historia sísmica del norte de Chile, nunca se había producido un fenómeno así en las cercanías de la ciudad, por eso se necesitaron años para entender mejor lo que había pasado.
Se sabe que el continente en este sector se había levantado cerca de un metro como parte del estrés que produce la presión de la placa tectónica de Nazca, y durante el terremoto bajó un metro también en el proceso de relajación de los bloques terrestres.
El resultado sin embargo llamó la atención. Daños materiales muy acotados para la magnitud del evento, localizados preferentemente en el puerto, y tres personas fallecidas, fueron la consecuencia del movimiento telúrico. Diez años antes, en 1985, un terremoto de la misma magnitud y similar distancia de un centro urbano, había reducido a escombros buena parte de Ciudad de México, causando 10 mil víctimas fatales aproximadamente.
Jorge Van Den Bosch, director del Centro Investigación y Mitigación de Catástrofes de la Universidad de Antofagasta, quien ha estudiado profundamente el terremoto de Antofagasta, lo recuerda así. "A la 1:30 de la madrugada me llamó el director del Centro Nacional de Terremotos de EE.UU. de la época, Bruce Presgrawe, quien me pregunta cuántos fallecidos, cuántos edificios en el suelo. Era entendible su preocupación, según los datos preliminares, el terremoto había sido a sólo 25 kms. de Antofagasta y era magnitud 8.1. Con esos datos, era impensado que no hubiera una tragedia".
Para sorpresa de Presgrawe, Van den Bosch ya tenía un informe preliminar recibido de Carabineros que indicaba daños menores en la ciudad. "Me hizo esperar unos minutos y me conectó directamente con la cadena NBC de USA. Allí expliqué que, a esa hora, no teníamos reportes de destrucción ni víctimas. Pero usé la bocina del teléfono para que sintieran el ruido del segundo terremoto, que me sorprendió en casa hablando con ellos, por supuesto con mucho susto, que tuve que aguantar", recuerda.
¿qué nos protegió?
Durante décadas la pregunta que ha rondado es por qué el terremoto de 1995 no fue más destructivo. Van den Bosch explica que, sin duda, un factor que incidió en la baja cantidad de daños y víctimas fue la profundidad del evento y la estructura rocosa del suelo donde se asienta Antofagasta.
"Los terremotos de foco superficial, menores de 30 kms., son especialmente destructores por la cercanía de las instalaciones con la fuente que produce las aceleraciones del suelo. El terremoto de 1995 felizmente se localizó a 47 kms., de profundidad, y sumada la dureza del suelo, la intensidad llegó sólo hasta el límite del umbral en que comienza la destructividad. Si hubiese ocurrido unos kms. más superficial, seguro se habrían producido daños, destrucción y probablemente víctimas", apunta.
El hecho que se produjera de madrugada, cuando la mayoría de los habitantes descansaban, y que fuera en invierno, sin bañistas en las playas, ni pescadores en las rocas, también contribuyó a que no hubiera más víctimas.
Hoy se sabe que el verdadero epicentro de fuerzas liberadas aquella noche, es decir, el área en que se producen las mayores sacudidas y la placa penetra más metros, denominada "aspereza mayor", estuvo 90 kms., al sur de Antofagasta, frente a caleta El Blanco.
"Allí el movimiento del suelo fue mucho más brusco. El cerro manteó rocas de más de 3 toneladas por 300 a 400 metros, desde el cerro hasta la playa. Esta penetración de la placa fue sólo de 1 metro en Antofagasta, pero en Caleta El Blanco alcanzó los dos metros. Esta es una notable circunstancia que nos favoreció en gran medida, pues el terremoto no alcanzó niveles de destructividad", dice el especialista.
Tsunami menor
Por esas casualidades, esa noche la Purihalar, embarcación de estudio e investigación de la Universidad de Antofagasta, estaba anclada justo en Caleta El Blanco. El académico y capitán de la nave, Carlos Guerra, había ordenado dos anclas, pese a que existía una calma total del mar.
Cuando sobrevino el terremoto, a la 1:11 horas, el mar comenzó hacer el tsunami, bajando el nivel unos 8 a 9 metros bruscamente. Guerra temió quedar varado en una bajada del mar tan pronunciada, pero lo que más le preocupaba era la onda de gran tamaño que podía venir después. Sin embargo, en lugar de eso, lo que ocurre es un remolino de subida que enrolló la nave sobre sus anclas, que resistieron la fuerza del agua, para alivio de la tripulación, que salvó ilesa.
Jorge Van Den Bosch explica que, en esos años, parte de la comunidad científica nacional aseguraba que un epicentro en tierra no podía generar un tsunami, pero tres estaciones mareográficas confirmaron que aquello sí había ocurrido.
La estación Punta Grande de la UA, ubicada a pocos kilómetros al sur de la "aspereza mayor", registró la primera onda a los 7 minutos, la estación del Puerto de Antofagasta lo hizo a los 9 minutos y la estación Tocopilla a los 12 minutos.
"Una semana después recibimos los informes de 60 estaciones que registraron el tsunami de Antofagasta. Luego, junto a dos colegas de la Universidad de Colorado (EE.UU.), elaboramos una publicación en Science of Tsunami Hazards, la revista donde se publican estos temas a nivel científico. Por nuestros colegas de Colorado supimos que el tsunami había hundido dos pequeños barcos en islas La Marquesa, ubicadas en medio del Pacífico, a 7.500 kms. de Antofagasta", afirma.
¿se repetirá?
Debido a que no existen registros de un terremoto de magnitud 8.1 en las cercanías de la ciudad de Antofagasta, es imposible anticipar el escenario futuro.
Durante los años 2016 y 2017 ingenieros civiles geomáticos de la UA midieron el nuevo levantamiento de esta parte del continente por efecto de la presión de la placa tectónica de Nazca, y calcularon que se está levantando a razón de 2,8 cms. por año. "En teoría, desde 1995 a la fecha se habría alzado 73 cms.", precisa Jorge Van Den Bosch.
Por eso, el llamado, como siempre, es a estar preparados. "Este evento de 1995 podría tener un largo período de retorno, o bien, ser el inicio de una serie de terremotos con retornos más cortos. Hasta el momento es un misterio que sólo el tiempo responderá", concluye el investigador.