Leer y entender la propuesta constitucional
"El aceptar o rechazar la propuesta constitucional es una decisión que tiene que ver más con un acto de fe y de adhesión ideológica".
Aun cuando el texto de la propuesta constitucional se ha convertido en las últimas semanas en uno de los textos más vendidos en nuestro país, esto no implica que la mayoría de los ciudadanos lea, entienda y decida en un referéndum con un conocimiento medianamente aceptable el Apruebo o Rechazo de dicha propuesta. Una lectura superficial del texto es lo que se impone en estos días y ciertamente que no es suficiente para capturar el contenido y las consecuencias derivadas del mismo, dada la complejidad y especificidad jurídica que implica una obra mayor como lo es una Constitución.
De este modo, no basta con leer la propuesta constitucional y quedarse en la superficie del entramado de normas que definen el axioma jurídico principal para pronunciarse en propiedad con respecto de su contenido. Tanto es así que, si no hay un conocimiento del corpus normativo y de las consecuencias jurídicas deducibles de dicho axioma, entonces no es posible sentirse conforme con una decisión inteligente del Apruebo o del Rechazo en sentido estricto. Pues bien, si no se dan estas condiciones, entonces el nivel de aproximación al texto es sólo tangencial, lo que permite tener sólo opiniones sustentadas en las emociones suscitadas por adhesiones ideológicas de rebaño.
En consecuencia, si asentimos como verdaderas las premisas del párrafo precedente, entonces el aceptar o rechazar la propuesta constitucional del próximo 4 de septiembre es una decisión que tiene que ver más con un acto de fe y de adhesión ideológica que de una decisión que se tome en virtud del conocimiento obtenido de su lectura, análisis y entendimiento.
Decidir sin el conocimiento sobre algo respecto de lo que hay que decidir, es una situación análoga a la de los prisioneros de la caverna platónica que tienen la categoría de sujetos que habitan en la oscuridad, dado que esas criaturas carecen de conocimiento pero no de opinión que es un grado levemente superior a la ignorancia.
Por lo anterior es que, ante la ausencia de razones, muchas veces se impone al diálogo fecundo la violencia verbal y también la de facto entre los seres humanos, estado de cosas permanente en la historia y que es impensable algo distinto en el futuro. Una de las pruebas empíricas de la violencia verbal que supera las expresiones razonadas es el tipo de intervenciones que ocurren entre los usuarios de las redes sociales donde, efectivamente, los argumentos no abundan pero sí las descalificaciones que se dan entre los oponentes. Y peor aún, cuando la difamación se toma el espacio público virtual como uno de los recursos más violentos y ruines que hace visible la impotencia intelectual y la miseria moral de los emisores.
Patricio Peñailillo
Licenciado en Filosofía