Altura
Joaquín García-Huidobro
En los hechos, Presidente, usted se ha transformado en el jefe de la campaña del "Apruebo". Ninguno de sus predecesores se había tomado tantas libertades a la hora de apoyar una de las posturas en una elección. El Boric de la segunda vuelta ha desaparecido.
Diversas voces se han alzado para cuestionar la legalidad de su conducta. Eso podrá verlo la Contraloría; sin embargo, me parece una imprudencia política. Mientras llega el 4 de septiembre usted podrá meternos miedo con las consecuencias del "Rechazo", pero ¿qué hará el día 5 si los chilenos tomamos una decisión distinta de la que usted querría?
Además, usted no sólo ha intervenido muy activamente para influir en la decisión que tomaremos los chilenos, sino que lo ha hecho de un modo que no coincide con la imagen que muchos tenemos de Gabriel Boric. Usted es una persona culta, ¿por qué en lugar de entregarnos argumentos para defender el borrador (me imagino que los tiene) se ha limitado a descalificar la postura contraria? No olvide que detrás de esos ingratos números de las encuestas hay millones de chilenos de carne y hueso que merecen razones y respeto.
Es posible que en los próximos días usted descubra que se ha equivocado y lo admita públicamente. Hay que reconocerle esa virtud, muy escasa en el mundo político. Sin embargo, hay algo que me parece raro en la seguidilla de acciones erróneas acompañadas de una petición de perdón. Cuando uno pide disculpas está, de hecho, reconociendo que es falible. Ahora bien, ¿por qué reconocer esa falibilidad sólo a posteriori y no tenerla en cuenta antes de hablar o actuar? En otras palabras: ¿por qué, a pesar de todas estas experiencias negativas, usted se muestra tan seguro? ¿No deberían llevarlo estos errores a ser más cauteloso?
Cuando vemos este modo de proceder, muchos recordamos la actitud de esos jóvenes ejecutivos de los años ochenta y noventa, que no tenían ningún pudor en decir que preferían pedir perdón antes que pedir permiso. Sería una pena que usted cayera en algo semejante.
Nuestras ideas son muy distintas, y no se extrañará si pienso que usted y su equipo de gobierno le hacen daño al país. Sin embargo, eso no significa que yo quiera que le vaya mal. Nos guste o no, los destinos de Chile estarán atados a su persona durante cuatro años. Si usted se equivoca en sus decisiones económicas, por ejemplo, un grandísimo número de chilenos sufrirá la cesantía, y eso es horrible. Si no logra controlar la violencia que se expande por el país, las consecuencias las sufrirán personas inocentes. ¿Puede pensar, en ese escenario, que alguien mínimamente patriótico pueda querer que usted fracase en estas materias?
Dejemos de lado nuestras profundas diferencias doctrinales. ¿No le parece que gran parte de los errores que ha cometido estos meses eran perfectamente evitables? Un Presidente no tiene por qué saberlo todo, para eso cuenta con consejeros. ¿Han estado esas personas a la altura de lo que usted necesitaba? Ciertamente, ellos tienen buenos motivos para estar fascinados por el hecho de estar en La Moneda, pero me temo que ese entusiasmo les nubla un poco la visión cuando se trata de ayudarlo.
Usted no necesita una hinchada, que ya la tiene; ni sólo estrategas, esos que mostraron gran habilidad para conseguir su notable triunfo en las elecciones presidenciales. También requiere personas que sean capaces de decirle cosas incómodas. ¿Las tiene?
Son muchas las razones que deberían moverlo a la cautela, porque no es bueno que su imagen quede debilitada ante la ciudadanía. Cuanto más se una a la causa del "Apruebo" más riesgos estará corriendo. Y la tentación de hacer leña del árbol caído será grande después del 5 de septiembre, en el caso de que usted obtenga un resultado adverso. Eso no me gusta. No le conviene al país que sus opositores hagan con usted lo que usted y los suyos hicieron con el Presidente Piñera en un momento especialmente delicado de la historia patria. Tenemos que cuidar su figura, pero por favor ayúdenos un poco.