Arrogancia y falta de respeto en el trato
Los mensajes filtrados desde el chat del alcalde y sus asesores directos reflejan la peor cara de quienes ostentan algún grado del poder. Dicen que las ciudades tienen las autoridades que se merecen. No siempre es cierto como en este caso, porque Antofagasta merece más, merece lo que le corresponde a una urbe pujante.
Quienes seguimos la actividad política sabemos que cada cierto tiempo nos encontramos con episodios que dejan al descubierto situaciones y prácticas que dejan mucho que desear de algunos servidores públicos. No solo hablamos de las dificultades del tipo partidista con arreglos e imposiciones jerárquicas, también de la relación con la gente, con sus electores a quienes suelen ver con desdén y lejanía una vez instalados en los puestos de poder.
La región tiene antecedentes previos y hemos conocido de casos emblemáticos, algunos más graves que otros, incluso con sanciones punitivas. Y duele porque son personas de quienes creemos gozan de algunas aptitudes y conocimientos para estar en el sistema público o en algún cargo de elección popular.
Lo más reciente es lo ocurrido con el alcalde de Antofagasta Jonathan Velásquez y su equipo de asesores cercanos de quienes pudimos conocer su peor cara reflejada en mensajes de textos que fueron expuestos a la opinión pública por uno de quien en su momento fue de su equipo directo. Son diversas conversaciones en las que se abordaron temas contingentes, relación con los funcionarios públicos, con dirigentes sociales y del empresariado.
El listado es largo y si se pudiera sintetizar para facilitar su análisis tendríamos que coincidir en que los intervinientes demuestran un grado de arrogancia, falta de respeto y un vocabulario excesivamente vulgar para referirse a personas y situaciones. Por ello hablamos de que es su peor cara o tal vez la original, la que ocultan bajo lindos trajes y discursos grandilocuentes mientras por dentro existía desprecio e ideas de superioridad.
Obviamente que la filtración de estos diálogos repercute en la máxima autoridad comunal de quien se espera tenga otras virtudes: liderazgo, poder de gestión y negociación, visión de futuro y certeza para trabajar por su ciudad. Y nos encontramos con alguien que se comunica y se rodea de un círculo que vive lejos del respeto, la ética y la moral.
Dicen que las ciudades tienen las autoridades que se merecen. No siempre es cierto como en este caso, porque Antofagasta merece más, merece lo que le corresponde a una urbe pujante económicamente, con grandes desafíos y con un futuro promisorio.
Sin querer ser juez, podemos hablar sin sonrojarnos que no sólo a los concejales y los aludidos se les debe una disculpa, también a toda la comunidad.