Autonomía responsable
La opción de que la Región de Antofagasta tenga más atribuciones y poder decisión debe ser entendido como un desafío en el que se debe evitar malos ejemplos y no sobrepasar expectativas. El proyecto se visualiza muy general y seguramente tendrá especificaciones a medida que pase el tiempo.
No hay duda que las regiones requieren de más poder decisión y autonomía. El centralismo ha frenado, en varios aspectos, las ansias de crecimiento de las regiones, las que muchas veces terminan asfixiadas en medio de la burocracia y el bajo peso político a nivel central. Antofagasta es la prueba de ello porque pese a ser uno de los motores de Chile con la minería, sus "votos" no son tan "importantes" como los de la Región Metropolitana u otras regiones de mayor densidad poblacional. Es así como, en la búsqueda de mayor autonomía, en la Convención ha avanzado la idea de tener un Estado regional, plurinacional e intercultural, lo que traería consigo un mayor poder de decisión para las regiones y mayor poder a los gobernadores regionales, cuya figura sigue siendo confusa hasta hoy dadas sus atribuciones.
El proyecto se visualiza muy general y seguramente tendrá especificaciones a medida que pase el tiempo, pero desde ya se debe trabajar bajo la premisa de responsabilidad y evitar lo que podríamos llamar como "borrachera federalista".
Al otro lado de la cordillera se tiene el mejor ejemplo de que el poder por sí solo no necesariamente implica un mayor progreso o un salto sustancial para las comunidades, sino que puede terminar convertido en un vicio político.
Marcos Buscaglia, economista argentino y PhD de Universidad de Pensilvania, lo explicó hace unos meses en una columna en el Diario La Nación a propósito de los problemas económicos de Argentina. Las provincias gastan más de lo que reciben -a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos- y con ello y la Nación termina cubriendo los "hoyos", lo que ha terminado con que sea uno de los países federales con el mayor desbalance fiscal vertical. Incluso va más allá, menciona que los que gobiernan las provincias evitan cobrar impuestos a su electorado, lo que transforma la relación gobernador-votante en una del tipo clientelar y no programática. En simples palabras, puro populismo. Además el desbalance fiscal termina siendo, también, político e institucional. "Los gobernadores, con tal de conseguir fondos para sus provincias pueden apoyar hoy una ley de emergencia; mañana, la estatización de una empresa; pasado mañana, la privatización de la misma empresa, y así", dice el columnista. Junto a esto, tampoco se debe demonizar todo el centralismo. La vacunación en Chile ha tenido, hasta ahora, una buena gestión vertical y, a diferencia de otros países, hay dosis para toda la población. Pareciera preciso ir ahondando y analizando las distintas aristas de lo que se pueda venir, siempre con equilibrio y mesura. El centralismo ha hecho daño en ciertos aspectos, pero también ha servido y no vaya a pasar que el regionalismo sufra tropezones por el ansia de autonomía y termine siendo un remedio peor que la enfermedad.