Antonio Rendic, un antofagastino ejemplar
Próximos al 13 de febrero, respetables antofagastinos acostumbran darse un tiempo y, con serena equidad, recuerdan al amigo que fue don Antonio Rendic. Motivos más que suficientes hay en la conciencia de cada uno. Por ejemplo, pronto se cumplirán 30 años de su deceso y, quizás por pandémicas razones, están pendientes muchas cosas que deben recordarse en beneficio de la cultura antofagastina.
Para la conciencia ciudadana, don Antonio fue parte de una generación que hizo de Antofagasta una ciudad de leyenda. Gracias a ellos, en el plano de las letras fue común hablar de Manuel Durán Díaz, Andrés Sabella, Mario Bahamonde, Nicolás Ferraro, Marina Teresa Castro, Floreal Acuña y tantos otros.
En esa constelación de literatos, por méritos propios destacaba don Antonio. Su obra-casi 60 títulos-ofrece su visión del mundo portuario, del pampino con sus oficinas salitreras y el de los poblados precordilleranos atacameños. Eso y mucho más hay en sus libros que al paso de los años, se complementa con la inmensa riqueza de una religiosidad que fue considerada ejemplar por quienes lo conocían como "El médico de los pobres".
Cómo no recordar que, por estos días, pero de 1992, estábamos atareados finiquitando los detalles para editar el volumen de "Palabras humildes". Ese libro de prosa poética, obra de madurez creativa, estaba llamado a ser el volumen con que debía concluir una obra literaria iniciada en 1925.
"Palabras humildes" contiene parte del ideario de este antofagastino que en su tránsito terrenal, se entregó a su prójimo en el categórico convencimiento de que un poco de amor basta para decir: "Compartimos nuestro pan y nuestra mesa con los desheredados de la suerte y nuestro techo cobijó a muchos desamparados."
Antofagasta progresa y día tras día, se afana por entender mejor ese "compartimos" absolutamente igualitario que don Antonio ponía en la base del progreso cultural de su ciudad.
Osvaldo Maya C. Antofagasta, 30-I-22.