El respeto en la convivencia social
Los ruidos molestos afectan la tranquilidad de los vecindarios y multar es solo una solución de parche si es que no existe un cambio de conducta. Si nos respetáramos completamente todo sería distinto. Hacia ese nivel de convivencia debe avanzar nuestra sociedad en la que todos seamos más empáticos y se pueda vivir en armonía.
La emisión de ruidos molestos es un problema grave que se vive en las ciudades de nuestra región. Son cientos los locales comerciales, pubs y discotecas que se instalan en barrios residenciales sin cumplir las normativas y se convierten en un foco de contaminación acústica que deteriora la vida de los vecinos.
Pero no son los únicos focos. La falta de respeto por la tranquilidad y el descanso de quienes habitan en comunidad se ha transformado en una constante y cada vez son más los episodios de denuncias e incluso enfrentamientos entre miembros de esas comunidades.
Y allí está el principal problema el respeto a lo común en desmedro a nuestras aspiraciones individuales y que pensamos podía cambiar con los efectos de la pandemia. Hubo un cambio de mirada pero no alcanzó a ser internalizada con fuerza y ya hoy vemos que hemos vuelto a poner al individuo como centro de nuestros actos y conductas.
No nos importa si alteramos la vida de algún vecino mientras tengamos un negocio floreciente o porque simplemente queremos disfrutar y pasarlo bien sin considerar las molestias que pudiéramos generar en un determinado barrio. Menos importa ser increpado o ser denunciado, porque ese gran sector siente que nadie es dueño de decirle qué hacer, por mucho que sus actos estén infringiendo normas básicas del buen convivir.
Por ello es importante que en la capital regional se conozcan de multas a quienes no respetaron los límites de emisión de ruidos molestos. Pero igual de relevante es que se ejerza la obligación del pago, para que quienes la transgreden sepan que tienen que hacer los esfuerzos para remediar la situación o recibir sanciones más severas.
Eso es lo que tantas veces hemos escuchado "debemos dejar que las instituciones funcionen", pero tiene que ser en la dimensión completa. Solo así se podrá mejorar aquellas situaciones que dañan las relaciones en un vecindario.
Es un paso, pero el más importante viene de las personas, de nosotros mismos. Si nos respetáramos completamente todo sería distinto. Hacia ese nivel de convivencia debe avanzar nuestra sociedad en la que todos seamos más empáticos y pensemos que sí se puede vivir en armonía.