Cariño por Taltal
Cuando las plazas nortinas se llenaron de cemento y sacrificaron las áreas verdes, talando árboles de larga data, la excepción estuvo en el puerto de Taltal. Y es absolutamente comprobable e indesmentible. Lo hemos visto en nuestra Avenida Brasil, en Tocopilla y la cosa suma y sigue.
Pero la frondosa plaza taltalina, escasa en palmeras y cuya foresta tiene hasta olivos, sigue siendo el lugar donde hay un real cobijo contra la resolana y la radiación.
¿Por qué esto?
Hay una bella historia detrás de esto, que debiera motivar a muchos otros. Cuando se llamó a licitación para remodelar la plaza de Taltal, entre los oferentes estuvo el arquitecto Juan Carlos Toledo Niño de Zepeda, hijo de maestros normalistas y taltalino de cepa. El profesional supo que los fondos asignados eran de unos $ 750 millones de pesos y encaró los trabajos. Recordaba que cuando joven, había trazado un corazón con el nombre de su amada y asumió la tarea poniendo el alma en cada uno de los trabajos.
Terminadas las obras y recibidas a total conformidad, la Contraloría General de la República metió las narices, porque estimó que el presupuesto había superado con largueza el monto asignado al proyecto… ¡Casi el doble de los fondos asignados…! El funcionario contralor se sobaba las manos ante tan importante hallazgo y se aprestaba a dar curso a la correspondiente demanda.
Sin embargo, la respuesta del arquitecto -nacido y criado en Taltal- dio un portazo en la nariz al requerimiento de la Contraloría. "Señor, la diferencia de 750 millones que se observa en el análisis financiero del proyecto, fue financiada de mi propio peculio, porque yo soy taltalino y esta plaza vive en mi memoria, la disfruto en el presente y cobijará en el mañana a mis descendientes".
El gesto de sorpresa del contralor debe haber sido mayúsculo. Y su desazón también. La comunidad taltalina toda, agradece el aporte de uno de sus hijos predilectos. Hoy, la plaza de Taltal es el verdadero pulmón verde del puerto del manco Moreno y en el generoso follaje de sus árboles, florece este gesto que habla del verdadero cariño por su tierra.
Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista - Periodista