8 años de Teletón Calama
"Es necesario reconocer que nuestra zona tiene otras inquietudes y necesidades". "Entre jóvenes y abuelos ya no existe el tiempo para conversar y menos aprender de la sabiduría de los más viejos". Guillermo Hidalgo, Director del Instituto Teletón Calama, Héctor Ríos Durán, Colegio de Periodistas, Consejo Regional El Loa
Cuando una institución como la nuestra cumple otro año de vida -de funcionamiento y de servicio a quienes nos debemos, los pacientes-, está sumando años de experiencia, de historias de vida de quienes son objeto de atención y de aquellos que las brindan. También, páginas de historia en rehabilitación, logros internos y aperturas a la comunidad. En fin, todo aquello que el devenir de una entidad como la nuestra trae consigo.
Sin embargo, este aniversario es mucho más que eso, ya que está inmerso en dos hitos que nos marcarán para siempre: el estallido social de 2019 y la pandemia que inició en 2020 y que abarca nuestro interés actual y futuro.
Bajo esa mirada, pareció que todo se remecía. Nuestra manera de atender a pacientes con altos estándares de calidad, con una permanente búsqueda de mejoras y una búsqueda constante de desarrollo que nos permitiese incrementar nuestro liderazgo, tuvo que ser repensado. Pasamos a un estado de permanente creatividad e innovación, tanto en el cuidado de nuestro patrimonio, que son los trabajadores, como en quienes son el centro de nuestro quehacer, nuestros queridos pacientes y sus familias. Se nos vino encima algo que nos impulsó a seguir más presentes que nunca, donde el concepto #TodosLosDías estaba más arraigado que nunca en el instituto.
Palabras como Engagement, abordaje de usuarios, experiencia de servicio, cuidarnos, entre otras tantas, se incorporaron a nuestro lenguaje institucional, acompañándonos así en nuestro día a día. Es por esto que este nuevo aniversario nos hace reflexionar sobre cuántos desafíos hemos enfrentado con éxito, cuántos hitos nos han marcado y cuánta cohesión hemos logrado aunando esfuerzos y objetivos comunes.
Y no ha pasado inadvertido. Nos hemos hecho presente en nuestra comuna y el Alto El Loa. Por ejemplo, cuando el hospital demandó nuestra colaboración (hasta ahora), o cuando en lejanas localidades había usuarios que requerían de nuestra presencia y ayuda bajo cuarentena, poniendo en riesgo nuestra propia salud. Pero nuestro sentido de servicio a ellos fue más fuerte.
Por eso, esta reflexión debe ir aún más allá, sobre todo porque la sociedad ha cambiado. Es necesario reconocer que nuestra zona tiene otras inquietudes y necesidades, o nuevos desafíos que buscan ser escuchados en la búsqueda de una solución o alternativa. Entonces, ¿estos ocho años son un aniversario más? La respuesta es clara y rotunda: no.
Teletón Calama y su equipo están y estarán dispuestos y unidos en torno a lo más importante, que es brindar la mejor atención y de calidad posible a nuestros usuarios y sus familias. De seguro el futuro nos traerá otros avances y desafíos, pero ellos siempre podrán contar con nosotros.
Conquistando Marte
Realmente estoy asombrado con la idea de conquistar Marte. Aún me parece que es un tema sólo para películas de ciencia-ficción. Tal vez, porque mi experiencia espacial - en buena parte - proviene de poemas, cuentos y novelas protagonizados por míticos héroes, el Sol, la Luna, los planetas y constelaciones que nos rodean, en una época en que los poetas eran nuestros mejores astronautas y nos guiaban por las estrellas a bordo de los versos, sonetos y rimas. Y tal asombro viene a contrastar, curiosamente, no del acto mismo de hollar al rojizo hermano estelar, sino de ver cómo nuestro país y muchos más, y nosotros mismos, modestos humanos de a pie, nos vamos quedando atrás en el uso y desarrollo de tecnologías, mientras otro grupo de hombres y mujeres van avanzando directo hacia el Cosmos a bordo de las aplicaciones cuánticas, sistemas robóticos, manejados por inteligencia artificial, transformándose en los nuevos sumos sacerdotes, guardianes de la Verdad, que deben orientar a la Humanidad en los próximos siglos.
Y, creo que este escenario abismal, me deviene en preocupación permanente cuando veo que un segmento importante de nuestra población está, cada vez, más lejos de esta tecnología en que se sustentan los avances del siglo XXI. Me refiero - en nuestro país - a esos más de 2.800.000 adultos mayores, cuya gran mayoría poco o nada conversa con computadores, internet y correos electrónicos. Esto, naturalmente, va generando una brecha, no sólo intelectual, sino que generacional, provocando dramas, no menores, entre jóvenes y abuelos porque ya no existe el tiempo para conversar y menos aprender de la sabiduría de los más viejos. Y, por si fuera poco, afuera, en el mundo de los trámites legales y comerciales, todo se interconecta por 3, 4 o 5 G, provocando un triste aislamiento de los adultos mayores. Entonces ¿cómo hacemos para incorporar a los "tesoros vivos" a estos avances tecnológicos?
La lógica y la experiencia nos dicen que habría que pensar en una Nueva Educación, una que no termine con títulos solamente, sino una que recoja - en forma permanente, periódica y programada - a quienes están quedando atrás en el progreso tecnológico de las comunicaciones, instruyéndolos en el uso de estos vitales dispositivos, algo así como cuando pisamos el kínder o la escuela, por primera vez, y vimos un pizarrón negro, tiza blanca, borrador y una muy seria señora, sin sonrisas, que nos mantenía quietos en nuestros pupitres. O sea, empezando casi de cero, porque la informática y la computación, básicamente, son eso: el programa escolar y la pizarra para escribir. Así - en esta etapa - aprovechamos el bagaje empírico del adulto mayor, esa memoria neuronal que ha sido nutrida durante años por la Historia del mundo y que, a pesar de todo, nos hace soñar con nuevas aventuras del Hombre en el Espacio.