Aumenta inmigración irregular en la Región
Las estadísticas así lo confirman y reflejan la necesidad perentoria de extranjeros que buscan en nuestro país mejores oportunidades de sobrevivencia. Y más allá de los números se debe coincidir en que son personas, familias, muchas de ellas con hijos pequeños que se arriesgan por un mejor porvenir. De ellos no nos podemos olvidar.
El flujo migratorio que se ha experimentado en las fronteras de nuestro país ha aumentado considerablemente en los últimos años. Y la Región no está ajena a este fenómeno y son cientos los foráneos que llegan en busca de trabajo para sostener a sus familias debido a las crisis económica y política que afectan a sus respectivos países.
Fueron oleadas primero de colombianos y luego venezolanos que ingresaban al país tras una larga y peligrosa travesía por el subcontinente. Situación que obligó a las autoridades de Gobierno a revisar la ley migratoria y definir las condiciones de ingreso y permanencia.
Se hicieron las modificaciones, pero la llegada de la pandemia hizo que todo cambiara. Las fronteras se cerraron para frenar la entrada de personas contagiadas extranjeras o los mismos chilenos que venían de algún viaje por el exterior.
Lamentablemente la necesidad de buscar mejores oportunidades abrió la ventana a los ingresos irregulares. Y también al aprovechamiento de verdaderas mafias que lucran y ponen en riesgo a adultos y niños cuando intentan ingresar por sectores no habilitados y peligrosos.
En Colchane se vivió una crisis que fue abordada con el refuerzo de las policías y la militarización de zonas específicas. Medidas que tuvieron un éxito relativo porque si bien se pudo controlar la situación en ese lugar, el fenómenos e trasladó unos kilómetros más al sur y hoy en la Región de Antofagasta se nota una mayor cantidad de ingresos ilegales.
La estadísticas los ratifican, en lo que va del año se han detectado 398 ingresos irregulares, muchos más que los 60 de 2020 o los 32 de 2019.
Y más allá de los números se debe coincidir en que son personas, familias, muchas de ellas con hijos pequeños que se arriesgan por un mejor porvenir. Y, obviamente, que requieren de asistencia y ayuda para regularizar su permanencia y no aumentar la clandestinidad y la mendicidad que hoy existe en nuestras calles.
Requiere atención y una mirada más amplia. No sólo la persecutoria por infringir nuestras leyes, también aquella que posibilita abrir espacios a quienes llegan con la clara mentalidad de trabajar, surgir como familias y ser un aporte para el país que los cobija.