El regreso del voto obligatorio
Lograr una mayor representatividad en los elegidos es el fin de esta iniciativa, aunque algunos la ven como un retroceso en el camino democrático del país. Querer regresar a la obligatoriedad y a las sanciones no es más que retroceder y no abrir espacios para que la política tome el rol que le merece en la sociedad.
Un gran avance tuvo la iniciativa de restablecer el voto obligatorio para las futuras elecciones en el país. Ello luego del espaldarazo en la Cámara de Diputadas y Diputados, donde una abrumadora mayoría aprobó una reforma a la ley que cada vez suma más adeptos.
Lo cierto es que los discursos y posiciones tuvieron un brusco cambio tras las megaelecciones de mayo. El triunfo de los independientes llevó por diversos carriles el análisis electoral, y uno de ellos fue que en esta ocasión hubo una alta abstención de personas mayores y las decisiones estaban recayendo en un votante mayoritariamente joven,
Los ganadores independientes y de centrozquierda evidenciaban lo anterior, aunque diversos analistas encontraron apresurado circunscribirlo a una sola razón y explicaban la debacle de los partidos tradicionales en la desconexión de la clase política con los problemas ciudadanos.
Verdades más o menos, el regreso del sufragio obligatorio surgió con fuerza y sus promotores crecieron, pese a que un año antes, muchos de ellos ya habían rechazado esta iniciativa.
Quienes observan desde fuera tienen dos miradas. La principal es que el porcentaje de participación ha sido muy bajo desde que el voto es voluntario. Y la obligatoriedad serviría para dar más representatividad a los elegidos, porque contaría con mayor participación ciudadana en las urnas.
Otro gran porcentaje lo ve como un retroceso en el camino democrático que está viviendo el país.
La inscripción automática y el voto voluntario, fue definida como la estrategia para incentivar a la juventud a participar de los procesos electorales. Y aquí, el remedio fue peor que la enfermedad, porque los jóvenes siguieron alejados y la cantidad de electores fue siempre en franco descenso.
Pero se entendía que el derecho a elegir a las autoridades estaba consagrado. Y el deber lo ejercían quienes concurrían a las urnas.
Esa era la lectura y la que primaba en el mundo y en las democracias modernas. Querer regresar a la obligatoriedad y a las sanciones no es más que retroceder y no abrir espacios para que la política tome el rol que le merece en la sociedad y que su respeto se vea reflejado en las urnas, sin la necesidad de caer en imposiciones o penas punitivas.