"La pandemia nos ha permitido reflexionar dónde nos encontramos"
ANTOFAGASTINIDAD. Eva Reyes Gacitúa, profesora de Teología en la Universidad Católica del Norte.
Oriunda de Temuco, Eva Reyes ya lleva más de una década viviendo y trabajando en la ciudad de Antofagasta. En ese tiempo, ha efectuado clases en la Universidad Católica del Norte y ha investigado a profundidad la vida y obra del doctor Antonio Rendic. Espera sacar un estudio detallado de sus recopilaciones antes de que termine el año.
¿Hace cuanto tiempo llegó a Antofagasta y por cuáles motivos?
-Junto a mi familia llegué a la ciudad de Antofagasta a fines de febrero de 2010, dejando atrás -con mucha nostalgia- a la región de la Araucanía. Me motivaba la vocación de teóloga, ya que venía a trabajar a la Universidad Católica del Norte. En enero de ese año había realizado la defensa de mi tesis doctoral en la Pontificia Universidad Católica de Chile; adjudicándome la prerrogativa de ser la primera mujer chilena en doctorarse en teología en dicha Facultad. Dejar el sur se transformaba en todo un desafío, tenía curiosidad por saber cómo se tejería esta historia, ahora, en un nuevo escenario, ignoto hasta ese momento: el Norte de Chile.
¿Qué es lo que más le agrada de la ciudad?
-Me gusta Antofagasta porque es una ciudad que colinda con horizontes. Si diriges tu mirada hacia el este, tienes ante tus ojos la cordillera de la costa y al oeste al océano Pacífico. Es una ciudad "tocada" continuamente por la belleza de la luz. A ello se suma la vastedad del desierto, la historia de la pampa y la melodía del viento. Se trata de una ciudad compuesta por varios sedimentos, con un pasado forjado desde el trabajo de hombres y mujeres pioneros/as.
¿De qué manera se ha podido compenetrar con la cultura de la región?
-Comprendo aquí cultura como la ha utilizado Cicerón "cultivo del alma" y que posteriormente se comprende como "cuidado de la tierra" y pasa a adquirir un sentido figurado de "cultivo del espíritu". Tal cultura adviene con su gente, en el encuentro con los otros. En nuestra región se manifiesta a partir de varios rasgos como lo son: el arte, el lenguaje, las creencias, la religiosidad, sus costumbres, hábitos, tradiciones, etc. Me asombra -en el sentido de estar ante lo numinoso- las fiestas religiosas, la danza que colinda con lo sagrado, las devociones marianas. Ahora bien, tal legado se desenvuelve en un modo de habitar esta tierra, el cual se va transformando y enriqueciendo continuamente debido a los movimientos migratorios, encuentro con otras culturas: comercio, alimentación, sabores, etc.
¿Qué proyectos está desarrollando actualmente?
-Actualmente estoy dedicada a la academia e investigación en la UCN. Allí realizo clases profundizando temas de la "otredad "y "el problema del mal", con un acento filosófico y teológico. El 2020 fue generoso conmigo y pude realizar clases de filosofía en el Liceo técnico de Antofagasta, lo que me ha permitido retomar temas pendientes en el área de educación y filosofía. Este año espero editar un estudio que he realizado en torno a la figura del Dr. Antonio Rendic, en base a una lectura espiritual de sus poemas. A la vez, continúo investigando en el área de teología trinitaria y teología espiritual. Hace más de 30 años escribo sobre la mujer y lo femenino, sigo explorando.
¿Qué lecciones se pueden sacar de la pandemia?
-Respondo esta pregunta a partir de la siguiente metáfora: cuando queremos ver nuestro propia apariencia acudimos a un espejo, de modo que la pandemia se presenta como la ocasión para ver nuestro propio semblante y captarnos perfectamente. Incluso, se trata de una especie de radiografía de quiénes somos: ¿solidarios? ¿los que piensan en sí mismos?, ¿los que rompen las reglas? Ahora bien, la pandemia nos ha permitido -al modo de una epojé- suspender nuestros sentidos, es decir, detenernos para reflexionar dónde nos encontramos y para ver hacia dónde vamos. Nos permite volver a una pregunta por el origen del "ser": ¿en qué consiste nuestra naturaleza?, ¿somos seres para la muerte? Nos incita a pensar en nuestra propia fragilidad y valorar las relaciones humanas: el afecto, nuestra corporeidad y su dimensión espiritual. Definitivamente, una vez que pase la pandemia no volveremos a ser los mismos de antes.