Pandemia y educación
Hace unos días y en una interesante conversación entre amigos se planteó una pregunta a que mi juicio, hoy más que nunca, reviste una crucial importancia. ¿Es importante para un país democrático como Chile resguardar la armonía entre crecimiento económico, equidad social y desarrollo económico sustentable para alcanzar su desarrollo? Mi opinión es que no solo es importante, sino que estrictamente necesario que el Estado y sus administradores de turno, atiendan de manera armónica a la generación de crecimiento económico sostenible y a la aplicación de políticas públicas que aporten equidad social, por la vía de una mejor asignación y/o redistribución de los ingresos del Estado.
Chile es un país que después de muchos años alcanzó un importante nivel de crecimiento económico, con indicadores macroeconómicos que lo ubicaron como líder de la región. No obstante, el modelo económico de Mercado sin regulación estatal y sin las correcciones necesarias en ámbitos donde no funciona sólo (medio ambiente, salud, educación, transferencias directas y subsidios) definitivamente no funciona de manera adecuada pues no proporciona soluciones sociales de calidad. Esta es la principal razón de los distintos "estallidos sociales" que se han producido en distintos países.
Para que un país redistribuya riqueza vía políticas públicas sociales dirigidas a los sectores más desposeídos, es imperativo que deba desarrollarse económicamente y que lo haga aplicando políticas que le den estabilidad, respeto al derecho de propiedad e incentivos a la producción. Creo que un país no solo puede trabajar en ambos temas de manera conjunta, debe hacerlo, hoy es una obligación.
Hay dos herramientas que, si bien y por si solas no garantizan que los procesos anteriores corran solos y exitosamente, generan condiciones de base auspiciosas: por un lado la Democracia como referencia a la soberanía del pueblo y al derecho de los ciudadanos a elegir y controlar a sus gobernantes, que representa además la igualdad y la libertad de los ciudadanos y su derecho a participar de las decisiones sobre el destino de su país. En segundo lugar, la Educación como la herramienta transformadora de vidas y aceleradora de procesos culturales y económico-productivos, aumento en la productividad del trabajo y bienestar general de la población. Sin dudas una inversión clave para generar un nuevo país con más desarrollo en todas sus dimensiones. Parafraseando a Platón podemos decir que si un país deja de lado la educación, caminará cojo hasta el final de su vida.
La pandemia empujó al sistema educativo a reflexionar más que nunca sobre diversos aspectos claves. Desde un enfoque de género, se ha alertado sobre el impacto negativo diferenciado de la crisis, donde las niñas y jóvenes se verían más afectadas, particularmente en contextos vulnerables.
La información que ha levantado la Agencia de Calidad de la Educación a través del Diagnóstico Integral de Aprendizajes es consistente con esto. Los resultados de la primera aplicación, cuya cobertura alcanzó los 360 mil estudiantes, muestran que, en todos los niveles, las estudiantes se han visto más afectadas socioemocionalmente producto del confinamiento.
Al preguntarles sobre el período sin clases presenciales, por ejemplo, un 39% de las niñas de básica y un 54% de las jóvenes en media declaran haberse sentido "mal genio o enojadas"; mientras que, en el caso de los hombres, un 25% de los niños y un 29% de los jóvenes lo declara.
Asimismo, un 36% de las niñas y un 44% de las jóvenes dice haber sentido "miedo a que me pasara algo malo", y en el caso de los estudiantes, solo un 29% de los niños y un 25% de los jóvenes indican haberse sentido de esa forma.
Otros resultados muestran una tendencia similar: un 56% de las niñas y un 59% de las jóvenes se identifica con la afirmación "la mayor parte del tiempo me siento triste", versus un 47% de los niños y 43% de los jóvenes. En tanto, 46% de las estudiantes de básica y un 61% de las estudiantes de media se identifican con la afirmación "aunque me esfuerce, las cosas siempre me resultan mal", pero en el caso de los hombres, los porcentajes son 33% y 36%, respectivamente. Si bien académicamente no se observan brechas importantes, pues tanto en Matemática como en Lectura los aprendizajes en pandemia son bajos a nivel global, y no se perciben diferencias significativas entre hombres y mujeres, esta ausencia de brechas también invita a reflexionar. Históricamente, tanto a nivel nacional como internacional, las evaluaciones de aprendizaje en Lectura siempre han favorecido a las niñas y jóvenes.
Por el momento, hacen falta más estudios que permitan vincular estas brechas educativas de género a condiciones particulares que las podrían estar generando, pero sí se ha levantado información sobre otras brechas de género que la pandemia ha acentuado en perjuicio de las mujeres. Por ejemplo, se ha identificado que en pandemia existe una división desigual del trabajo doméstico y de cuidado al interior de los hogares, que recae especialmente sobre mujeres y niñas. También una mayor exposición de aquellas a situaciones de abuso o violencia, o se atribuye a las mujeres una mayor capacidad de reconocer y expresar su estado emocional.
Avanzar en una comprensión integral y sistémica de estas brechas de género y la subsecuente implementación de acciones orientadas a reducirlas es un desafío imperativo para nuestro país y requerirá de un esfuerzo articulado de todas las organizaciones que trabajan por una mayor igualdad de género en educación.