"No podría vivir en un lugar sin ver el mar"
ANTOFAGASTINIDAD. Elisa Wong, enfermera Hospital Regional.
Con más de 30 años de servicio la enfermera Elisa Wong, nieta de migrantes chinos, ha visto transformarse la ciudad y la salud pública de Antofagasta.
Exalumna de la escuela N°16 de niñas y del Liceo Marta Narea Díaz, estudió Enfermería en la Universidad de Antofagasta y rápidamente se incorporó a la actividad profesional en consultorios y clínicas de la ciudad. Sin embargo, gran parte de su carrera la ha desarrollado en el Hospital Regional donde ha sido testigo del crecimiento y evolución de la ciudad.
"Desde que empezó el boom de las mineras, ahí creció Antofagasta. Hay un progreso enorme sobre todo en la parte pública. Ahí aumentó la oferta de trabajo, llegó mucha gente de Santiago, y de más al sur incluso. Y fue aumentando la necesidad de tener mejor equipamiento, mejor infraestructura. El Hospital Regional antiguo hubo mucha especialización, contratación de gente nueva", comenta.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia en Antofagasta?
-Crecí en la Corvallis, en el sector de El Olivar, después nos fuimos a la avenida Argentina en la Villa Florida y luego mi papá se compró un departamento frente al Terminal Pesquero. Recuerdo a esa ciudad como un lugar muy seguro, tranquilo de mucho respeto. La vida en las poblaciones era bonita. Eso cambió mucho. Antes a las 10 de la noche no había riesgo de andar en las calles.
¿Qué es lo que más le agrada de la ciudad?
-Me encanta mi ciudad. Lo mejor es el clima. Que haya calor es lo mejor para mí. Ir al balneario a Juan López, Hornito. Las puestas de sol. El color de los cerros son bonitos, aunque a la gente de afuera no le gustan. No podría vivir en un lugar sin ver el mar. Soy porteña, me encanta el mar.
¿Qué recuerdos tiene de la ciudad en su juventud?
-No había muchos lugares para ir, no como ahora. En ese tiempo el paseo era el Balneario. En el centro no había tanto negocio. En realidad era más vida de hogar. Se salía de vez en cuando para el 18 de septiembre, por ejemplo. Se hacía más vida de hogar, de barrio, las fiestas eran en familias.
¿Por qué eligió estudiar enfermería?
-Por un asunto de vocación. De chica jugaba a ser enfermera. En ese tiempo se usaba el delantal blanco del colegio y me fabricaba una toca, una botellitas de penicilina y nos compraban las vitaminas C y a mi hermano menor le daba vitaminas. Siempre quise ser enfermera.
¿Cuál es fue su primer trabajo
-Mi primer trabajo fue en el consultorio donde hice el internado. En el consultorio Bautista en la Corvallis. Ahí hice el internado extrahospitalario. Había una sola enfermera que quería irse de vacaciones me preguntaron y dije que bueno. Trabajé sola durante dos meses. Me adapté porque soy católica y esa era un consultorio evangélico. Pero yo quería estar en el lugar donde hubiera pacientes y me fui a la Clínica Antofagasta. Me gustaban las técnicas, quería hacer práctica así que encontré trabajo ahí. La clínica era nueva. La primera ecografía la tenías allí, había scanner. Ahí hice turnos en el área médico-quirúrgica y también en urgencias. Estuve seis años, pero en el fondo, siempre quise trabajar en el hospital.
¿Por qué quería trabajar en salud pública?
-El hospital era mucho más amplio, más grande y se lograba tener mucha más experiencia. En la clínica había menos pacientes, menos tipo de patologías, era más limitada. No hay que olvidar que el 80% de pacientes son Fonasa. Pero lamentablemente no había cargos para enfermera en ese tiempo.
¿Qué hizo?
-Después me fui a Australia. Estuve viviendo un año con mi exmarido allá. No trabajé porque no sabía el idioma, pero cuando volví me fui inmediatamente a pedir trabajo en el hospital. Trabajé haciendo reemplazos durante harto tiempo. Hasta que se abrió un cupo en cirugía que era el área que yo quería porque me gustaba hacer curaciones. Trabajé tres años ahí hasta que me fui a oncología donde me especialicé e hice un post título. Toda mi carrera la hice ahí.
¿Por qué decidió especializarse en oncología?
-Es cierto que es un lugar que se ve mucho sufrimiento. Es bien penoso, pero se siente gratificación porque uno ayuda, apoya escucha a las familias a los pacientes porque muchas veces están solos no quieren decirles a sus familias, lo mismo pasa a ellos. Una al final trata de que se comuniquen, que luchen juntos, que se unan.
¿Qué fue lo primero que pensó cuando comenzó la pandemia por coronavirus?
-Desde al año pasado que no se sabía nada. Se fue aprendiendo cómo manejar la pandemia, pero el sistema público se preparó antes, con muchos recursos y equipamiento. Yo participé en la apertura e implementación del séptimo piso donde íbamos a recibir los pacientes covid. Y así fue. Comenzamos a recibir personas que habían viajado al extranjero de vacaciones. Afortunadamente se compró a tiempo lo que había que comprar y se contrató la gente necesaria para atender a los pacientes.