"Me he reencontrado con mi propósito"
ANTOFAGASTINIDAD. Marcia Rojas Contreras, trabajadora social.
Marcia Alejandra Rojas Contreras siempre tuvo claro que su desarrollo profesional y humano iba por el lado de lo social.
Así, cuando egresa de Colegio Guadalupe de Ayquina, de Calama, no tarda en venir a Antofagasta a estudiar Trabajo Social en la desaparecida Universidad José Santos Ossa.
Esta mujer de 45 años, quien vive actualmente con su hijo Álvaro, de 19 años, y su perro Kobe, trabajó 10 años en Prodemu y luego otros 8 años en un minera a cargo de las relaciones comunitarias. Hace poco entró a la Fundación Cultural de Sierra Gorda, desde donde continúa con su labor, siempre ligada a las personas.
¿Dónde creciste y qué recuerdos guardas de tu infancia?
- Crecí en Calama, donde viví una infancia y adolescencia muy felices; pertenezco a una familia de padres muy trabajadores y esforzados. Mi papá obrero de Codelco Chuquicamata, mi madre a cargo de llevar una casa con cuatro hijos. Tengo muy bellos recuerdos junto a mi familia.
¿Cómo y porqué llegas a estudiar trabajo social?
- Desde enseñanza media supe que quería estudiar una profesión que me permitiera vincularme directamente con las personas desde su realidad. En una primera instancia pensé estudiar enfermería, y tras una charla vocacional me decidí por estudiar Trabajo Social, una carrera que me ha dado muchas satisfacciones ya que me permite vincularme con muchas personas en diferentes ámbitos del quehacer social.
¿Tuviste pasos importantes en el mundo público y el privado, qué balance haces de ambos?
- Ambas experiencias han enriquecido enormemente mi vida personal y profesional. Mi paso por la Fundación Prodemu fue una escuela en la que pude desarrollarme en mis primeros años como Trabajadora Social, aprendiendo de cada mujer con la que tuve la oportunidad de compartir. Llegar a la minería fue un gran desafío, ya que el cambio no solo fue laboral sino también familiar: aprender a trabajar en sistema de turnos en un espacio liderado por hombres. Si bien hoy es cada vez más normal ver mujeres en minería, sigue siendo un gran desafío. Haber trabajado en relacionamiento comunitario desde la industria extractiva me mostró que se puede hacer minería responsable y amigable con las comunidades y el medio ambiente.
¿Cómo te definirías como persona, cuáles son tus virtudes y defectos?
- Soy una mujer sociable, sencilla, y con una capacidad de resiliencia que incluso a mí me sorprende. Procuro mirar la vida desde lo positivo, agradeciendo las vivencias buenas y las no tanto. Creo que mi defecto está en creer que me puedo hacer cargo de todo y olvidar que a mi alrededor hay personas en las que también me puedo apoyar. "No soy súper Marcia".
¿Quiénes han sido tu inspiración en la vida, a quiénes admiras?
- Mi hijo y mis padres son el motor que me mueve a ser mejor persona, mejor mujer y profesional. Admiro profundamente a aquellas mujeres y hombres que se permiten renacer desde la adversidad; admiro a la madre que se levanta cada mañana a trabajar para dar lo mejor a sus hijos y a aquella que tuvo que abandonar su país dejando a sus hijos en busca de un sueño; admiro al ser humano que mira a su prójimo con compasión y amor.
¿En lo personal, cómo has vivido estos meses de pandemia?
- A pesar de lo complejo del escenario en general, sumado a haber perdido el trabajo, creo que ha sido un tiempo muy bueno para mí. Me he reencontrado con mi propósito, he podido realizar actividades en casa que había dejado de hacer, recuperé tiempo con mi hijo, descubriendo espacios en los que podemos compartir. Me siento una mujer afortunada, ya que mi familia y yo estamos con salud, lo que me ha invitado a ser más solidaria y empática con la realidad de los otros.
¿Qué lecciones crees que debemos aprender de lo vivido ?
- Este ha sido un tiempo en que como seres humanos nos hemos visto enfrentados a nuestros mayores miedos: el perder a un ser amado o enfermar y morir dejando a nuestras familias. Darse cuenta de la fragilidad de nuestro entorno, en que bastó un virus para desestabilizar todo. Creo que debemos aprender a mirar al otro; a reinventarnos, a ser más solidarios y valorar lo simple de la vida, como un abrazo o una tarde de verano a orillas del mar.
¿Qué crees que nos falta a los chilenos para ser un mejor país?
- Nos faltan recuperar la confianza, volver a creer, especialmente en el sistema; hombres, mujeres y niños hemos sido tan vulnerados en nuestros derechos que perdimos la confianza en el Estado, cuyo principal deber es velar por nosotros. Hoy los chilenos vivimos con miedo a que nos pase algo incluso en nuestros propios hogares y como nadie nos protege, debemos hacerlo nosotros mismos y con ello, dejamos de confiar en los otros.
¿Cuáles son tus metas, dónde quiere llegar en la vida?
- Hoy mis metas son bastante simples. Quiero seguir vinculada con agrupaciones sociales generando instancias de trabajo comunitario que me permitan seguir ejerciendo mi profesión. Que mi hijo termine sus estudios universitarios y, culminada esa etapa, me gustaría dedicarme a trabajar con mujeres en el ámbito del desarrollo personal, a través de terapias holísticas.