Amor y pragmatismo
"Requerimos ciudadanos críticos, comprometidos e informados, consensos con mirada a largo plazo". Pamela Ramírez, Directora ejecutiva de Corporación Proa
Mucho podemos decir sobre los sueños que anhelamos para nuestro país, la justicia social, el sustento esencial para todos, el cobijo en que deseo que los míos se desarrollen y crezcan. Un todo virtuoso que permita que cada integrante de esta sociedad logre la mayor expresión de sus cualidades y potencial como ser humano, puede ser lo más sustancial, pero la diversidad de acentos y matices deben ser miles. Para ello podemos filosofar y esgrimir mil y una formas de llegar a los grados de virtud que la ideología A o Z designe como fundamentales, levantar la voz y agitar banderas. Sin embargo, un país no se construye en blancos y negros, ni los seres humanos nos podemos definir en buenos y malos a razón de una consigna.
Llevamos décadas entrampados en proclamas que manipulan nuestros temores, abusan de un pasado doloroso y nos fragmentan. Vergonzosamente obnubilados por carismas mediáticos, golpes de mesa y cuanta artimaña existe para captar nuestra atención. Sin duda, requerimos madurar políticamente, ya no más representantes públicos que exigen tratos preferenciales, creyendo pertenecer a una casta ficticia, en vez de actuar al servicio de los electores. Tenemos una ventaja, si observamos a nuestros vecinos podemos prever la debacle populista que nos ronda de izquierda y derecha, con sendos ejemplos. Es hoy que debemos anticipar los errores y unirnos en torno a un país que ya ha sufrido demasiado y cuenta con todo para superar el pasado y abrirse a la libertad de crecer sin fantasmas.
Hablo de amor y pragmatismo, de ser y hacer, de recuperar el alma y trabajar duro. Porque para que nuestro Chile, ese que es tangible, que reconocemos como propio, para que este país realmente pueda albergar nuestros sueños e impulsar un desarrollo armónico, requiere planificación, proyección, estrategia y constancia. Para ello requerimos ciudadanos críticos, comprometidos e informados, consensos con mirada a largo plazo y un Estado fuerte e inquebrantable ante una sana alternancia.
Requerimos que nuestros representantes procedan de orígenes diversos, de manera que logren consolidar una mirada sistémica. Que nunca más alguien se sorprenda al evidenciar la realidad, aspirar a que ésta no continúe quebrantada en segmentos ajenos, sino que reconozcamos como propio el país que hasta ahora hemos construido y nos hagamos cargo del trabajo que tenemos por delante.
Esto implica reconocer el esfuerzo y sacrificio de tantos por salir adelante, trabajar, sustentar a sus familias, educar a sus hijos, apoyar y proteger a esta tremenda clase media que es mayoría y levanta al país con su tesón.
También requiere reconocer que la pobreza está latente y se incrementa, empezando en la cuna con un capital cultural heredado, consolidándose en la infancia con una educación que no logra impulsar los sueños y promueve la segregación social que hoy nos fragmenta.
Aun más difícil, reconocer que ni lo económico ni lo social, son es sí mismos la panacea, ni el nuevo acuerdo social será una varita mágica que logre afianzar las confianzas resquebrajadas. Requerimos voluntad de diálogo y convergencia, la gran mayoría, los que pacíficamente hemos expresado nuestro descontento en marchas, cacerolazos, escritos y debates, coincidiremos en que queremos un país en el que todos podamos vivir en paz, con seguridad de nuestra integridad física y emocional, libres de soñar y crecer desde base equidad y oportunidades para todos.