"Hay que visibilizar más a la nueva Calama"
IDENTIDAD. El destacado locutor y comunicador Luis Torres Uribe y la nueva realidad de la comuna.
Su historia tiene mucho de convicción. Porque Luis Torres Uribe (41) siempre deambuló entre las comunicaciones y forjarse un camino en alguna de las carreras relacionadas a la minería, más por influencia paterna que por vocación.
"Estudié mecánica automotriz en el Liceo B-9 e incluso después cursé Prevención de Riesgos en el Inacap, porque mi papá me decía que tenía que tener una carrera técnica, una que pudiera ejercer en la minería. Incluso trabajé en eso mismo. Pero a los 17 años ya empecé a hacer programas de radio y cuando trabajé en la mina esperaba el fin de semana para ir a animar eventos y hasta ganar más plata", reconoce el empresario de las comunicaciones que tiene tres hijos y nació en Concepción pero llegó a los tres años a Calama.
¿Cuándo se cruza el amor por la radio?
Siempre me gustó, desde que era chico. Pero la influencia mayor la provoca mi hermano Marcelo, que trabajaba en la Radio Carillón. Lo ayudaba a instalar la parte técnica en el estadio antes de los partidos. Ahí me empezó a picar el bichito. Después estuve en la Radio Impacto pero nunca pensé que iba a hacer locución. Cuando estaba en cuarto medio me metí a la academia de periodismo del B-9 con el profesor Robinson Inostroza y después, en 1997 presento un proyecto a la Radio Inolvidable de Mario Lira y ahí empecé a hacer un programa los días sábados.
Siempre fuiste autodidacta, "busquilla"...
La verdad es que por temas económicos era difícil poder irme a otra ciudad a estudiar periodismo porque acá no había dónde estudiar eso. Tengo el sueño y el proyecto pendiente de estudiar locución pero quiero hacerlo en un lugar de prestigio, quizás en México donde hay una academia muy famosa y por qué no, sacarme esa espina de ir a probar suerte a otro lado, probarme profesionalmente.
No sólo haces radio, sino que además encontraste un nicho en la producción de eventos, en la animación...
Cuando empecé a trabajar en radio definitivamente y soñando con tener mi propia productora es cuando descubro eso de ir a transmitir en exteriores, en llevar un programa al cliente y no un simple despacho. Eso les gustaba y la gente me empezaron a conocer. Tengo recuerdos muy lindos de esa época en los veranos cuando transmitíamos concursos desde el Parque Acuático por ejemplo. Eso mismo me impulsa a transmitir en directo la Teletón desde el mismo teatro en Santiago y allí conozco artistas que empiezo a traer a discoteques de Calama, María Elena y Antofagasta.
Para ser independiente y autosustentable en esa industria, hay que saber de negocios también. ¿Cómo aprendes eso?
Hay una persona fundamental, Guido Lillo. En ese tiempo arrendé una radio y me fue mal, tuve una mala experiencia de negocio. Quería vender mis equipos e irme a Estados Unidos a trabajar y probar suerte pero él me contrató en la ferretería familiar, me dejó a cargo del tema de publicitar el local y me enseñó todo sobre la administración. Fueron dos años de mucho aprendizaje.
Así como los medios han ido cambiando, Calama también ha ido cambiando. ¿Qué recuerdas de esos años de niñez y de juventud en el norte?
Siempre fui medio inquieto, me gustaba jugar al fútbol y fui seleccionado de la D-48, incluso becado en la escuela de fútbol de Cobreloa. Pero mis recuerdos más lindos son con mi papá, cuando íbamos a pescar al río Loa o incluso hacia la frontera con Bolivia. Mi niñez fue muy familiar. Uno echa de menos esa tranquilidad que había. De jugar a "los países", a las bolitas y la pichanga en la calle sin preocuparte de que te podían robar la bicicleta. Hoy eso es imposible.
¿Y te gusta la Calama más moderna de hoy?
Salvo la delincuencia, donde uno espera que las policías hagan algo más porque todos los días hay portonazos, roban autos y los pasan a Bolivia sin que se termine o sin esa otra realidad preocupante, la de la contaminación, que muestra a una ciudad saturada, que se está quedando sin agua y sin una política ambiental seria, yo soy un convencido que Calama seguirá creciendo y eso me pone orgulloso como loíno. Siento que en estos últimos 30 años, los cambios y el desarrollo han sido notorios. ¿Falta más? Sí, pero hemos avanzado.
Y qué te falta como ciudadano, qué le vendría bien a la gente de acá...
Muchos hablan del tema de entretención, de diversión y eso es un hecho que nos falta, que podemos tener más parques para que los niños no estén tan encerrados, balnearios, para que la familia pueda pasear.
¿Cambiarle la cara a la ciudad por una más amigable?
Es que yo creo que esa imagen que hay de Calama en otros lados es bien injusta, porque yo iba a ver a mi hijo Martín cuando vivía en Quillota y me decían "Calama, qué tiene Calama" y les contestaba "es diez veces más grande que esta ciudad, tiene mejor conectividad, los mejores hoteles, un mall grande". Y siento que en eso hemos fallado. Hay que visibilizar mucho más a la nueva Calama, para que la gente venga a conocerla, para sacarle ese estigma de ciudad de vicio. Sé que hay algunas iniciativas al respecto pero falta una campaña más agresiva, en Santiago, en los aeropuertos. Crear un circuito turístico atractivo...
¿Cómo imaginas la Calama del futuro?
Siento que nunca va a dejar de ser una ciudad productiva, más allá de que la extracción de cobre disminuya. Porque está el recurso del litio, las energías renovables también. Seguirá siendo una ciudad que entregue mucho sustento. La imagino con una universidad, con centros tecnológicos más potentes para formar a los profesionales futuros de la minería acá y no en otras regiones. La imagino más habitada y con más villas porque más gente llegará a vivir. Con más conectividad aún, pese a que ya es importante por el tema de la minería. Deberíamos tener el mejor terminal de buses del norte, mejores carreteras para llegar a la ciudad y calles de material duradero, para no hacerlas de nuevo cada tres años. Imagino una ciudad pujante, con identidad y de gente mucho más feliz.