"Sueño con mi Calama respetada y valorada"
IDENTIDAD. La socióloga María Alejandra Zuleta habla del proceso de integración que aún falta en la comuna.
Se define como dentro del rango "ma-pa" porque "soy mamá y papá al mismo tiempo". Su gran orgullo es su hijo Paulo de 7 años. La socióloga María Alejandra Zuleta (42) sólo salió de Calama para cursar estudios superiores en Iquique .
Se define como ampliamente arraigada en la zona ya que incluso "tengo abuelos en Toconao, así que soy atacameña" dice la gestora de .
-Muchos salen de Calama y deciden buscar oportunidades en otros lados. ¿Te pasó?
Salí a estudiar afuera porque era lo que había que hacer para poder ser profesional pero mi meta siempre fue volver a trabajar acá. Estuve en el Chile Solidario para apoyo de familias de extrema pobreza y a los 25 asumí la dirección provincial de Hogar de Cristo y después entré el 2009 ejerciendo como directora de Desarrollo Comunitario de la municipalidad antes de ser la directora ejecutiva de la corporación de Cultura y Turismo. Hoy estoy trabajando en el área de comunidades y medio ambiente de SQM. Si lo ves bien, es mucho tiempo y siempre en el área que elegí y en mi tierra. Es un privilegio eso.
-¿Siempre pensaste el futuro desde esa área más solidaria o más bien humanista?
Sí. Nosotros somos cinco hermanos y teníamos un ambiente familiar muy unido y arraigado. Si bien mi abuelo era funcionario de Codelco, nuestra historia como familia está ligada a esfuerzos independientes, a no estar tan ligados a la minería. Y todos, por nuestra historia acá siempre tuvimos claro que queríamos aportar desde nuestra formación a Calama. Desarrollarnos acá.
-Pasar una vida en esta zona hace que uno tenga claro que la Calama de hace 20 ó 10 años no tiene nada que ver con el de hoy...
Absolutamente. Era una Calama muy familiar, muy tranquila, muy ligada a su tradición y a su Cobreloa. Tengo harto recuerdo de eso porque íbamos con mi abuelita al estadio de antes a ver partidos. Era sin duda una Calama más tranquila, donde podías ir al colegio a pie. Los hermanos estudiábamos en el mismo lado siempre, en establecimientos municipales. Y éramos felices porque hacíamos ese recorrido a pie para llegar a la escuela D-37 en calle Sotomayor. Y después cuando cursé la enseñanza media en el Luis Cruz Martínez era lo mismo...
-Eres socióloga y esa es una mirada muy particular que se puede tener de la evolución en el tiempo de la ciudad. ¿Cómo lo ves desde tu expertiz?
Desde antes de ser socióloga incluso yo me formé pensando que siempre hubo una deuda grande con Calama. Ha sido maltratada pese a que es una de las ciudades más prósperas del país, de las que más le aportó. Siempre defendí a Calama, cuando estaba en la universidad peleaba con quienes decían que Calama es feo. Además, en esta ciudad convergen tantas cosas... Hay mucho de minería pero acá encuentras diversidad de culturas, de tradiciones, de arqueología. Es tremendamente diversa y rica para poder estudiarla y vivirla.
-¿Y eso se mantiene?
De alguna forma existe pero hay que irle encontrando esos vínculos. Por ejemplo, las primeras comunidades que explotaron la minería en esta zona fueron las comunidades indígenas y hay gente que no lo sabe. Existe una enorme historia en el desarrollo de las poblaciones dentro de la ciudad, que fueron forjando la identidad loína y tampoco se conocen. Hay tanta historia en esta Calama que tenemos que seguirla dimensionando, estudiando y aprovechando. Y de seguro, esa es una carencia que siente el calameño de verdad. Que es algo que no se hace...
-Y partiendo de esa mirada de la Calama en el que te forjaste, ¿cómo es la ciudad que ves hoy?
La Calama que veo hoy es una más indiferente... Como más individualista, está más encerrada y más segregada también. Antes uno podía ir a la plaza y te encontrabas con los niños, habían clases, las casas estaba incluso más abiertas... Hemos tenido un impacto bien fuerte en términos de delincuencia y del miedo, propiamente tal. Antes nosotros jugábamos con los vecinos en las calles cuando éramos chicos. Hoy es imposible porque con esta especie de "exportación de delincuencia", porque eso no se forjó acá, llegó de otros lados, se ha ido perdiendo esa Calama más tranquilo.
-Y qué nos falta, sociológicamente hablando...
Creo que donde estamos al debe es en eso de redefinir qué es ser calameño. Cuesta porque tenemos tanto impacto de todos lados, de gente que viene a trabajar por temporadas y no se queda acá, de inmigrantes que ya es normal en todos lados y está bien que probablemente falte trabajar en cómo integramos bien a esas personas. Cómo hacemos que los que lleguen a Calama no sólo la vean como una ciudad de oportunidad laboral sino que también la quieran y se involucren con ella. Los que somos de acá siempre vamos a tener ese arraigo porque en esta tierra están enterrados nuestros abuelos pero no sé si los que vienen le tienen cariño a la ciudad. Incluso, como para limpiar el frontis de tu casa, poner un arbolito...
-¿Y cómo sueñas esa Calama del futuro?
Sueño con mi Calama considerada, respetada, valorada y sobre todo que se le retribuya todos estos años en que ha sido explotada. Los tiempos están para reconocer y corregir. A nosotros los calameños y calameñas y a los que ha adoptado esta tierra nos corresponde la tarea de revivirla en su espíritu y esencia, desde los barrios, desde su identidad, desde lo que nos ha entregado, de su biografía e historia y del valor que le daremos para futuro. En esta Calama cabemos todos y todas, la ciudad se construye con diálogo social y sobre todo con inteligencia colectiva.