Destino ineludible
"Lo preciso es que políticos y autoridades utilizan un lenguaje reducido y gramaticalmente simplista". Francisco Javier Villegas, Doctor en Didáctica
En las últimas semanas hemos escuchado, y leído, una serie interminable de opiniones, comentarios, razonamientos y frases vinculadas con la temática del retiro del 10% de los fondos que cotizamos individualmente en unas instituciones financieras privadas. De un día para otro autoridades políticas, senadores y diputados empezaron a caer en la cuenta de que tenían que decir algo al país en atención a dicho tema. Sin embargo, y no es un accidente, es raro observar en el quehacer de autoridades, ministros o parlamentarios, en general, un lenguaje, como buen ropaje de las ideas, o una producción de pensamientos de envergadura, que concilie el afán humanista y solidario con la población, así como la brillantez de expresiones argumentales para atender a aquello que los antiguos griegos denominaban responsabilidad con el destino abstracto de la comunidad y, a la vez, responsabilidad con el destino ineludible de las vidas de los ciudadanos.
La economía y la política, en el funcionamiento del mercado, no son campos ambiciosamente sensibles para la humanidad. Hoy todo es vertiginoso y no hay tiempo para el diálogo, la conversación, la fraternidad o la discusión de las ideas a través del lenguaje. No estamos en los años sesenta o setenta. El lenguaje, actualmente, va en escalones hacia abajo porque no es tratado como instrumento de óptima comunicación argumental como sí era para los políticos, académicos y gobernantes de otras épocas.
Parece de rigor señalar que el lenguaje utilizado por distintas personalidades, en este tiempo de crisis, es simplificado e informal creyendo asumir una seguridad como ganancia de votos en la ciudadanía o como favores en las personas. Este planteamiento nos permite comprender que tampoco tenemos personas que usen la retórica puesto que se ha perdido la complejidad analítica y lingüística. Tenemos pobreza idiomática o monotonía excesiva. De ahí tantos yerros en la comunicación y tantas fórmulas repetidas que escuchamos en las autoridades: si usted disiente o tiene otras ideas, pues está equivocado y merecerá las penas en el ostracismo.
Lo preciso es que políticos y autoridades utilizan un lenguaje reducido y gramaticalmente simplista en concordancia con su ideología social lo que lleva a exhibir ideas rápidas y acomodaticias con baja expresión coincidente con la serie de lapsus y premeditada poca concreción en lo dicho o expuesto. A su vez, el uso en la simplicidad o complejidad de los conceptos se encuentra en razón de la longitud de las palabras y de las oraciones lo que conlleva aceptar, en muchos casos, algo inicialmente no deseado y ser incapaces de comprender alguna cosa por sí mismos.
¿Qué tenemos entonces? Una desmedida tardanza en aceptar la realidad contundente, por lo que es; y, un empleo eufemístico de palabras por parte de aquellos que no se deciden a entregar un recurso tan necesario como urgente ante la magnitud social que experimentamos todos en el país.