De ser solitario a ser solidario
"Uno más uno ha de sumar ¡dos!, sino más que dos, de eso se trata el aunar voluntades, eso es trabajo mancomunado". Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco
Se había hecho una costumbre en nosotros, una práctica, un hábito, que ni siquiera admitíamos o en el que reparábamos poco. Como personas, como hombres y mujeres, más, siempre más, corriendo riesgos solos, emprendiendo solos. Cada vez más, reacios a ser comunidad, cada vez más, restándonos a acciones en común.
El individualismo en exceso nos ha pasado la cuenta, la competitividad nos ha atrapado. ¿No? ¡Sí! Este individualismo exacerbado ha carcomido gran parte de la sociedad.
Todo se genera, todo nace desde un individuo, mas siempre lo que se crea no solo ha de ser en beneficio propio, sino también del prójimo, de la primera comunidad, la familia, y de los demás. Y el beneficio no ha de ser necesariamente metálico, sino de crecimiento personal, de desarrollo humano, por ende tiene, sí o sí, un efecto multiplicador.
Hay que abandonar la práctica solitaria, hay que dejar de ser un lobo solitario, y ser un dador, un donador, un servidor per se. Y es la labor de todos, sí, de to-dos, se debe abandonar el yo en solitario, y ser, honesta, sinceramente, una persona que no se beneficia a sí misma, sino una que sí beneficia con su ser, con su saber, con su hacer al otro, al tú, al prójimo.
La crisis de hoy, la de ayer, y la que está en ciernes en la agenda de todos, requiere de voluntad, de donación, de servicio, sino de amor al prójimo. Uno más uno ha de sumar ¡dos!, sino más que dos, de eso se trata el aunar voluntades, eso es trabajo mancomunado, es decir, ha de ser el resultado de acuerdos, de una idea o ideas puestas en común.
¿Cómo podríamos salir avanti? Abandonándonos, donándonos, extendiéndonos, pero ¿cómo? Nuestros dones, nuestras dotes, nuestro saber, nuestra expertise deben estar al servicio de los demás.
Y este debe ser un afán de todos, de todos, no de todos menos uno, sea cual sea nuestro puesto en la sociedad. El lenguaje interviene aquí, una vez más. Debemos darnos la mano, debemos tendernos una mano, y creo que esta vez, han de ser las dos.
Pronto, en cualquier comunidad, sea cual sea el número de sus integrantes, su accionar debe ser el resultado de un número mayor a las individualidades, pues sus actos deben ser expresión de un mejor conocimiento de cada una de las personas allí. Debemos ser uno más uno, debemos der donosos, servidores, bienhechores. Debemos abandonar el aislamiento, debemos dejar de ser individuos particulares y construir nostridad.
En suma, debemos dejar de ser solitarios y ser, de verdad, genuinamente, solidarios.