"Es urgente dar valor agregado al cobre"
IDENTIDAD. Leandro Müller, presidente de la Vega Central de Antofagasta.
"Cuando niño a mis amigos les enseñaba a tirar el trompo y jugar a las bolitas, era como una especie de profesor, y la gracia es que les cobraba por mis clases. También me las arreglaba para hacer pequeños trabajos, como cargar maletas de los pasajeros tanto en el ferrocarril como en el puerto".
Este inquieto perfil comercial corresponde a Leandro Müller Araya, presidente de la Sociedad Comercial de la Vega Central de Antofagasta y propietario del restorán El Rincón de Coloso, quien destaca por su perseverancia y entusiasmo a la hora de cumplir sus metas.
Ariqueño hasta la médula, estudió en la Escuela Modelo y el Instituto Comercial de esa ciudad. Casi sin quererlo, después llegó a Antofagasta atraído por el amor y los negocios, cuando traía productos agrícolas desde Arica, y con el paso del tiempo echó raíces en la ciudad. Aquí se casó y tiene cinco hijos, cuyas edades fluctúan entre los 52 y 32 años.
¿Qué poema o canción lo identifica?
- Me gusta todo tipo de música, pero el himno de Arica me llena, lo llevo en la sangre, por la letra y su significado de lealtad. El 7 de junio me llegaron como ocho versiones de este himno cantado por diferentes grupos musicales. Esa canción habla de muchas cosas que tienen sentido.
¿Cómo definiría al nortino?
- El nortino lo definiría, por decirlo de alguna manera, en dos: el nortino propiamente tal y el centronortino. Los ariqueños e iquiqueños hacen sentir su identidad y defensa de ella, por eso los lemas "Arica, siempre Arica" e "Iquique, Tierra de Campeones", pero Antofagasta no tiene una consigna identificatoria. Eso no pasa en Arica ni en Iquique.
¿Y cómo llegó a la Vega Central?
- Paseando por la ciudad conocí la Vega, vi cómo era su funcionamiento y cómo se abastecía, y ahí pensé traer verduras en bus.
Pasó el tiempo y a fines de 1981 me inscribí para la formación de la actual Sociedad Comercial Vega Central, para en 1982 ser socio. Ese mismo año, empecé con el quiosco en Coloso, haciendo empanadas. Pasó el tiempo y en 1991 me fueron a buscar de la Vega para integrar una nueva directiva y ahí comenzó mi historia, primero como director, después como tesorero, hasta llegar a presidente. La Vega y El Rincón son mi segunda vida, son como mis mellizos, nacieron el mismo año para mí.
¿Y cómo se imagina la nueva Vega?
- Una Vega moderna y más amplia, marcada por el sello de la juventud de los hijos y nietos de los primeros comerciantes. La Vega es un centro comercial de atracción para la gente, porque ahí hay colores, aromas y diversidad en medio del desierto, que recrean una parte del campo gracias a sus frutas y verduras.
Por eso el proyecto de la nueva Vega incorporará un sector para que los niños vean cómo se siembra y además tendremos una granja interactiva. Queremos que sea un paseo y atracción turística.
¿Qué gran proyecto debe desarrollar la región?
- Tenemos que dar el gran salto para dejar de ser sólo un productor de materias primas. Es urgente dar valor agregado al cobre y formar un gran circuito para la fabricación de cañerías, conductores eléctricos y productos afines, creando así una verdadera industria del metal rojo. Esto es extensivo para el litio. Es ahí donde está la clave de nuestro desarrollo.
¿Cuál es el lugar del interior que más le gusta y por qué?
- La región tiene lugares sin comparación, pero el trayecto entre San Pedro de Atacama y los géiseres de El Tatio es mi preferido. Aquí, el amanecer es un espectáculo impresionante y único, algo que invita a la tranquilidad y la contemplación.
¿Qué es lo mejor del desierto?
- Los atardeceres y amaneceres ofrecen una postal que es difícil describir con palabras, donde el silencio se mezcla con los colores ocres, dando vida al desierto en su máxima expresión en un lugar casi 100% natural. El desierto también es sinónimo de vida.