Pablo Miranda y su esposa Daniela Bretón, son kinesiólogos del servicio de Urgencias y la Unidad de Cuidados Intensivos, respectivamente. Ambos coinciden que una de las cosas más difíciles que les ha tocado vivir como familia, es separarse físicamente producto de la pandemia. Ambos entienden que al vivir juntos se transforman en un doble riesgo para su hija, de 3 años, por lo que ella se fue a vivir con sus padres, mientras que él se quedó solo en la casa de ambos. "Ha sido un desafío muy difícil, pero principalmente por el tema del miedo a contagiar a nuestra hija. He visto lo contagiosa y mortal que es esta enfermedad, y por lo mismo, tampoco queremos ver que ninguno de nuestros familiares pase por eso", manifestó Daniela.
En tanto, Pablo explicó que el mantenerse alejado de sus familias, sumado a la ansiedad, el temor y el estrés de su trabajo, después de tres meses de lo que "parece ser una cinta de ciencia ficción", comienza a pasar la cuenta. "De repente me siento súper solo, estoy en una casa vacía. Estaba acostumbrado al ruido de mi familia compartir y ahora yo no más y no tengo contacto con nadie. A mis padres y hermanos, no los he visto en meses, no los quiero poner el riesgo".
El profesional explicó además que pese a que esta situación le ha hecho valorar más a su equipo de trabajo, y admirar a la vez las distintas capacidades que cada uno ha desarrollado, también le ha repercutido emocionalmente. "Hay vocación, pero noto que esta situación me ha traído problemas, me pasa en las noches antes de ir a turno. Cuando me acuesto, me dan taquicardias, me vienen periodos de angustia, no me puedo quedar dormido, he tenido pesadillas donde me contagio y contagio a mi hija. Ese ha sido mi nivel de ansiedad. Es complicado todo. Y no soy el único al que le está pasando", advirtió.