Luis Sepúlveda
Luis Sepúlveda ovallino y chileno universal fue víctima del coronavirus. Acorde con las coplas de Jorge Manrique, el jueves 16 del corriente "vino la Muerte a llamar /a su puerta,/ diciendo-Buen caballero,/dejad el mundo engañoso/ y su halago…"
Lo dicho parece literatura. La realidad es sólo una: Ha muerto un escritor y por el hecho de ser chileno, le corresponde su minuto de fama. Para él se han escuchado los más elogiosos reconocimientos. Lo mejor de su vida, la absoluta consecuencia entre episodios de su juventud: militancia política, buen GAP entre sus iguales, ideario guerrillero, adhesión, temprana, a la literatura y, en este plano, podrían anotarse mil atributos más… Quizás algunos discutibles de este gran polemista que hizo de su vida una leyenda y de su leyenda sacó una obra literaria con varias decenas de títulos que andan por el mundo vertidos en varios idiomas. Pero, más allá de todo esto, algo se impone categórico en las conciencias: Luis Sepúlveda, hasta el ocaso de su existencia, vivió más de 20 años en Gijón, donde los cielos no tienen la esplendidez del dombo celeste de las tierras ovallinas. Un compatriota más que recibió fuera algo más que lo poco o nada otorgado, en su debido momento, por los suyos.
Todo eso ya es parte de la leyenda. Volvamos a la realidad. Una vez escritas "Un viejo que leía novelas de amor" e "Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar", novelas "Para jóvenes de 8 a 88 años", Luis Sepúlveda selló su destino. Al respecto, notemos que J-E. Cirlot, según el simbolismo numérico, le asigna al 8 el valor de la regeneración al relacionar el orden terrestre con el de la eternidad. La literatura para niños ha ganado dos obras, los años han de determinar su destino. Pocos escritores exhiben este mérito tan singular. Para hablar de Sepúlveda citamos a Jorge Manrique y con él nos despediremos. De este escritor ovallino, alguien en algún lugar ha de decir que "aunque la vida murió, /nos dejó harto recuerdo su memoria".
Osvaldo Maya Cortés