El cementerio de Cobija
Hacía largo tiempo que no visitaba el lugar. El pórtico que frisa los 120 años resiste con atrevimiento no solo la barbarie de los vivos, sino que la acción de los elementos: la corrosión del hierro avanza implacable. De forma contradictoria, lo que queda del estuco de las viejas paredes de adobe muestra mensajes que piden al visitante respetar la naturaleza del sitio.
Las cruces y sepulturas de madera van desapareciendo, y las pilas de ladrillos escoceses que alguna vez fueron soporte de hermosos monumentos caen y se confunden con el suelo. Las tumbas de los pobres, que quizás tuvieron con suerte una cruz, son solo túmulos que llenan la ladera con tal profusión que hace difícil transitar sin pisarlos. Intento no aumentar el ultraje que ya es su abandono.
Caminando, se ven restos de la antigua memoria. Aquí, una reja, allá, bases de mausoleos y columnas conmemorativas. Por todo el sitio, restos de lápidas de mármol que llevaron mensajes de amor y despedida. Hoy son fragmentos mudos, que se deshacen en su proceso natural de volver al equilibrio químico.
Me detengo ante la que fue sepultura del coronel Urdininea, muerto en 1865. El Prefecto Quevedo le levantaría un monumento en 1867, cuando Cobija aún era ciudad principal. Afortunadamente, manos piadosas salvaron sus restos y la columna que los recordaba.
¿Cuál habrá sido la tumba de José Santos Prada, funcionario autor del primer plano de Antofagasta? Los archivos cuentan que a su muerte, en 1888, fue sepultado aquí. Cerca estuvo el mausoleo de la familia de su esposa, los Durandeau, viejo tronco que hunde sus raíces en la Cobija legendaria. Gracias al testimonio de una hoja de ese árbol -Carolina Arce- sabemos que los restos de algunos de ellos fueron llevados a Antofagasta. En alguna parte deben estar los Barrau, quizás algún Sáez o Aguirrezavala…
La frase bíblica "polvo eres y en polvo te convertirás" se hace aquí palpable. El oropel de la vieja sociedad cobijeña se desvanece y se funde con el paisaje, al igual que la sombría morada de sus muertos.
Patricio Espejo Leupin