Educación y acceso a internet
El tele trabajo y la educación a distancia dieron un salto gigantesco, pero se requiere invertir en computadores y acceso a zonas económicamente más desposeídas. Nos estamos enfrentando a un problema bien concreto. En la mayoría de los hogares solo hay un ordenador y las velocidades de conexión son, muchas veces, bajas o inexistentes.
Las crisis provocan cambios, algunos más profundos que otros, pero transformaciones al fin. La crisis social tendrá los suyos y la pandemia de coronavirus otros tantos.
Desde esta última emerge una bien notable que tiene que ver con el confinamiento en hogares, una exigencia mínima considerando lo que se enfrenta. Es indudable que cada familia ha hecho un análisis de lo que es realmente importante, de aquello que lo parecía y en realidad no lo es. La seguridad y la comida están entre los primeros; los bienes suntuarios, la moda, definitivamente, han perdido parte de su valor.
Entre las primeras también debemos incluir a la transformación digital, que se ha demostrado que es mucho mayor de lo que pensábamos. El teletrabajo sí puede desarrollarse en una cantidad relevante de labores (en cantidad creciente), lo mismo que la educación.
Las universidades plantearon por años las posibilidades, pero avanzaron poco, hasta ahora, obligados por la realidad y la necesidad.
Pero también habrá que discutir que todo esto es posible gracias a internet, lo que implica que son beneficiados solo aquellos que tienen acceso a la red. En la actualidad, puede decirse que quien no está conectado está fuera del juego de la información y el mundo.
Tal cosa nos debiera sugerir que el acceso a un computador/tablet e internet ya debería advertirse como un derecho humano básico, tal como lo es el agua, la salud, o vivir en una sociedad libre, con un medioambiente sano.
En la actualidad, si bien hay una enorme penetración de los smartphones, no todos están con acceso a la web, en especial -para variar- en los sectores más desposeídos. En Chile, según la Ocde (2017) si bien el acceso a internet de los hogares aumentó en la última década, a un 87,5% a fines de 2017, superando el promedio de los países miembros, aún resta mucho camino por recorrer.
Proponerse iluminar aquellos territorios alejados de esta realidad es una obligación ética del Estado. Ya no puede verse esto como un lujo, sino como algo absolutamente indispensable para desenvolverse en la modernidad y el mundo que viene.