Cómo servir con amor
Como servir con amor es todo un proceso, es toda una elaboración mental.
Para servir con amor uno debe buscar la armonía del ser, mirar al mundo no como un montón de cosas y acontecimientos, sino verlo como un todo esencial. Palpar la corriente que viene del infinito y fluye hacia lo infinito, admirar la belleza, la verdad, la alegría, comenzar a querer al mundo, aun exponiéndose a no obtener nada, abrir los ojos cada mañana y despertar alegremente, gozar del canto de las avecillas, del perfume de las flores, de la luz del sol.
Sólo entonces cuando encuentra eco en nuestro espíritu la armonía de la naturaleza; la comunión con las cosas sencillas, cuando se abre el libro de la vida y penetramos en sus páginas habremos aprendido que somos todo uno, que estamos llegando a la recta donde no cabe el egoísmo, ni el materialismo, ni la intolerancia, ni la mezquindad y ahí estaremos aprendiendo a "servir con amor". Ya que el servicio se ha sublimizado y lo que hacemos en aras y en bienestar de los demás y de las cosas, lo estaremos haciendo porque nos amamos y amamos lo que nos rodea, como componente de un todo armónico y maravilloso. Así entonces, como servir con amor es todo un proceso, es toda una elaboración mental, presupone una actitud frente a la vida y las cosas.
Fuimos hace unos días a visitar a un anciano muy enfermo que estaba con problemas su vivienda producto del invierno altiplánico, penetramos en su casa que sólo la componía una cocina y una pieza en la cual se alimentaban y dos camas rústicas. Su única compañía era su esposa, también anciana; sobre una estufa a parafina se encontraba su cena sencilla.
De su pobreza se desprendía una cierta plenitud espiritual que iluminaba du cuarto. Después de verlo nos dimos cuenta que su vida llegaba a su fin. Supimos que después de toda una vida de trabajo y sacrificio no tenía nada material, sólo su mirada clara y sencilla resignación. Al terminar nuestra visita dije a su esposa interpretando su mirada, "nada cuesta nuestra ayuda solidaria" y ella con los ojos húmedos me tomó las manos y murmuró: "Dios lo bendiga". En ese momento me sentí recompensado con la vida; al salir a la oscuridad de la noche fría, sentí un calor en mi corazón, vi que las estrellas eran más brillantes y pensé que ningún dinero en el mundo podría haber reemplazado ese "Dios lo bendiga". Había aprendido a servir con amor.
Arturo Mardones
Rotary Club Chuquicamata