Mágica Tierra Chilena
No destruyamos a nuestro país. Cuidemos nuestra convivencia y vivamos en paz.
Desde niños acostumbrábamos en este periodo viajar de vacaciones en tren a Salta, al Carnaval de Oruro a ver las Diabladas, Morenadas, y Sambos Caporales. Tomábamos el Internacional, de lujo con coches comedores y dormitorios, que hospedaron a los príncipes de Inglaterra y más tarde al Papa.
Pero la mayoría tomaba el tren Longino hacia el sur, con máquina a carbón que echaba mucho humo, en la trocha angosta, sonando con su chaca-cha, y una hilera de coches. Hasta hoy escucho con nostalgia su paso y supe recientemente que su máquina fue atacada, incendiada y robaron láminas de cobre.
El viaje al sur hacia las palmas de miel de Colan cerca del Lago Rapel; comenzaba en Calama o Antofagasta, llevábamos bultos, con regalos de ropas, zapatos. Nos preparábamos para hacer el transbordo en Baquedano. Allá las damas con delantales blancos esperaban ofreciéndonos humeantes y sabrosas cazuelas de gallinas. Para lograr un asiento de palos dentro del coche había que entrar por las ventanas, o tener que viajar en la pisadera por tantas horas y 3 días; con el riesgo de quedarse dormido y caerse en una curva como le sucedió a mi hermano Ricardo cuando iba a estudiar a la Escuela de Minas, afortunadamente no sufrió un accidente.
Nuestro paisaje gris iba cambiando; en Copiapó era de verdes parronales; cantores con guitarra se subían en Pueblo Hundido donde vendían tortillas al rescoldo con té caliente en botellas.
Al día siguiente llegábamos a Serena donde comprábamos: papayas, quesos de higos. Ahí el tren se detenía para echar agua a las máquinas; y seguir recorriendo los paisajes de mi campo de Elqui, hasta llegar a medianoche a Calera.
Haciendo transbordo llegamos a Mapocho, a la Estación Central, al campo. Que alegría regresar con los parientes. Sentir correr el agua por las pataguas, despertar con el trinar de pájaros.
Alegrarse de haber nacido en "Chile fértil, próspera, hermosa, y respetada, y jamás" como decía Alonso de Ercilla en 1569. Por favor no lo destruyamos, cuidemos nuestra convivencia y vivamos en paz.
Nancy Monterrey,
escritora chuquicamatina