El guarén de La Puntilla
La Puntilla, molo que protege la poza del Balneario Municipal, es un lugar icónico de Antofagasta. Está formada por grandes rocas que por los años 20 del siglo pasado -se cumplirán cien años ya- fueron puestas en el mar para dar forma y proteger a la poza grande del balneario, actualmente unida con la ex poza chica en una sola playa. Con la construcción del Paseo del Mar en 1980, La Puntilla se pavimentó con cemento y adocretos y se le puso iluminación.
A mediados de los años 70, en mi infancia, tuve una experiencia allí que siempre recuerdo: yo vivía a dos cuadras de la playa vecina del Balneario Municipal, Las Almejas, a la cual iba a bañarme casi todos los días en los veranos junto a mis hermanos(as) y amigos(as) del barrio. Álvaro, uno de los amigos cuatro años mayor que yo, un día en Las Almejas nos contó que entre las grietas de las rocas de las playas había guarenes. Yo, con 10 años de edad, no sabía qué era un "guarén" y pregunté. "¡Es un ratón grande!" exclamó Álvaro, "casi del tamaño de un conejo". Yo quedé algo asustado al imaginar un ratón de ese tamaño, nunca había visto uno. Álvaro hizo la salvedad de que entre las rocas de Las Almejas quizás no hubiera, pero sí "un poco más allá" entre las grandes rocas de La Puntilla del Balneario Municipal.
Tiempo después, en ese mismo verano en el que supe de la existencia de esos grandes roedores, un día al atardecer fuimos a pasear a La Puntilla con Félix (mi hermano mayor) y Álvaro, y me acordé de ellos. En esa época aquel molo aún no estaba cubierto con adocretos, y yo, temerariamente, miraba por los huecos entre las piedras por si veía alguno. Álvaro y Félix ni se acordaban del tema. Caminando estábamos cuando veo, entre las grandes rocas que están amontonadas hacia mar afuera, ¡un gran ratón metiéndose de cabeza en un hueco! Alcancé a ver la parte posterior de su lomo y su cola. Le grité a Álvaro "¡¡mira un guarén!!", recibiendo como respuesta "sale pa'llá, mentiroso, en dónde", "¡¡ahí entre esas rocas!!" le indiqué, pero no alcanzó a verlo, mi hermano tampoco, ¡y no me creyeron! Hasta el día de hoy recuerdo la visión de aquel guarén en La Puntilla de Antofagasta.
Rafael Ramos Psijas, profesor, magister en Educación