Las constantes demoras que sufren muchos de los proyectos públicos que se ejecutan en la región, son un tema que la autoridad hasta ahora no ha abordado con la suficiente profundidad, lo que resulta preocupante por las consecuencias que estos tropiezos tienen, y que nos son pocas.
Hay que entender que un proyecto que se detiene, normalmente encarece su desarrollo y alarga el tiempo que la comunidad debe soportar las molestias propias de una obra. Y ni hablar del daño que se hace a la credibilidad del aparato público, la cual, como sabemos, no vive su mejor momento.
Los últimos días dos noticias nos pusieron nuevamente frente a este impresentable problema. La remodelación del Museo Padre Gustavo Le Paige en San Pedro de Atacama, y el mejoramiento del Vivero Municipal de Antofagasta.
Sobre el museo, se informó que el proyecto, iniciado en 2014 y detenido por el abandono de las obras poco tiempo después, recién podría reiniciarse en 2022 o 2023, y con muchos cambios, pues el diseño original fue desestimado por considerarse inviable y oneroso, y deberá formularse otro.
Así, suponiendo que los plazos ahora sí se cumplen, uno de los museos más interesantes y atractivos de la región, podría abrir a público en 2025.
Y en el caso del vivero, las cosas no son mejores. Hace tres años el proyecto cuenta con financiamiento y está licitado, pero aún no puede iniciarse porque no ha obtenido el certificado de edificación. De esta manera, la iniciativa no presenta avance y es muy posible que la empresa a cargo lo abandone también.
El museo y el vivero son proyectos públicos que están separados por cientos de kilómetros entre sí y que se diferencias en obras y objetivos, pero tienen algo en común: ambos confirman los problemas que tienen los servicios a la hora de seleccionar, contratar y supervisar el desarrollo de proyectos.
Se trata claramente de un vicio que no es de ahora, sino que lleva largo tiempo, y es eso precisamente lo que sorprende y molesta. En tiempos que la ciudadanía espera respuestas, ciertas autoridades parecen no dar el ancho en asuntos básicos.